domingo, 31 de octubre de 2010

Capítulo 6


Muy bien, tenía que seguir el plan establecido... por su amiga. Lo único que tenía que hacer era mantener ha Diana donde estaba, cosa que no resultó nada difícil, porque a la media hora, poco más o menos, se tumbó encima de la arena y pareció quedarse dormida, pero aún así no quiso marcharse a ningún lado, lo que sí hizo fue llamar a Juan:

-¿Si?- Contestó Juan al instante
-Buenas, soy Gema, parece ser que nuestra protagonista se a quedado dormida.
-¡Genial! ¿Y qué pasa con "nuestro protagonista"?- Juan llevaba esperándole desde hace un buen rato en aquella plaza.
-Bueno... a nuestro prota aún no le he visto salir, pero...- Hizo una pausa- ¡Anda y corre marinero! Hablando del rey de roma, está saliendo ahora mismo.
-Vale, ok, ya pensaba que no iría a salir- Era verdad, no sabía porqué, pero creía haber perdido al amigo que era cuando le conoció y parecía que la única manera para recuperarlo era aquella chica. ¿Y él? ¿estaría cambiando?
-¡Ostras! no te vas a creer lo que está haciendo tu amigo.- Lo dijo con demasiado asombro como para pasar desapercibido.
-¿Qué hace?- Preguntó interesado.
-Ha cogido una manta de su casa y se la a puesto por encima a Diana.- Otra pausa- Vale, enseguida va a tu encuentro.- Una nueva pausa, pero esta vez pareció haber mucha tensión en el ambiente, era el momento de despedirse. Le estaba cogiendo demasiado cariño a aquel chico.
-Ok, chao.
-¡Oye! ¿cuánto tardaréis?
-Pues, no se, digo yo que no mucho,- No sabía si realmente iban a tardar poco o es lo que él quisiera, pero ya estaba dicho, no había vuelta atrás- pero tu tranquila que llegaremos.
-De acuerdo, besos.
-Chao,- Lo último que dijo le pilló por sorpresa, pero la correspondió- besos.

Juan, colgó y, por un instante, se quedo inmóvil, no sabía lo que pensar, a lo mejor normalmente se despedía así de sus amigos. No lo sabía con total seguridad, lo que si sabía es que se estaba encariñando de esa chica más de lo normal. Sacudió la cabeza, "va dejalo, no te tortures" pensó. Se sentó en un banco a esperar a su amigo, hasta que quince minutos después apareció.

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Gema esperó y esperó, ahora estaba al lado de su amiga, que aún seguía dormida. "Dijo que llegarían, tu tranquila" pensaba exasperada hasta que el sonido de su propio móvil la sobresaltó y por poco despierta a Diana.

-¡Hola! siento no estar aún allí, es que nos estamos divirtiendo un rato, espero que no te moleste- Era Juan, y claro que la molestaba, ella estaba allí, quieta durante toda la tarde sin ir a "divertirse" a ningún lado ¿y ellos estaban de juerga?. Bueno tranquilizate, al menos han llamado.
-Ou, no te preocupes, yo ahora mismo también me estoy entreteniendo con un castillo de arena.- Pero no haciéndolo, sino pisándolo con rabia- Bueno, entonces, ¿Cuándo llegáis?
-Estamos ya de camino, en cinco minutos estamos allí- Le parecía que Gema no le había contado la verdad, porque parecía fastidiada, de forma que intentó suavizar el ambiente.
-De acuerdo, adiós- Y sin esperar respuesta cortó aquella llamada.

Tuvo que esperar un rato más, pero a los quince minutos llegaron. En cuanto le vio saludó enérgicamente y los dos la correspondieron. Al verle se le había pasado todo el cabreo que llevaba acumulado durante toda la tarde.

Capítulo 5


Todo parecía muy tranquilo por allí últimamente, no sabía por qué, pero tanta tranquilidad le agobiaba a la vez que le daba miedo, no se sentía a gusto con tanto relax.

Se encontraba en una calle bastante amplia donde casi siempre había mucha gente transcurriendo por ella. Estaba intentando mantener la calma ante toda aquella situación, caminaba con tranquilidad e intentando no acumular mucha tensión muscular en el cuerpo. Siempre le había gustado la acumulación se gente, porque la hacía sentirse bien, a gusto y segura, pero ahora se sentía ahogada, porque las personas tienen que estar en alguna parte y si no las veía es porque la estaban vigilando.

En aquél túmulo de nubes pudo ver un haz de luz solar y se sintió cálidamente reconfortada, como si en una mañana fría alguien la hubiese abrazado cogiéndola de los hombros para que parase de tiritar. Miró a todos lados, pero nada, seguía sin haber nadie que se atreviera a revelarse ante su mirada celeste. Siguió caminando un buen rato, parecía que cuanto más andaba más alejada estaba su destino y no aguantó por más tiempo, en el primer banco que vio se sentó. No tenía muy claro cuál era su meta en aquél paseo que se estaba dando, pero sí sabía que a cada paso que daba, su camino tenía más lejos el final.

Cuando se sentó, sintió que su meta ya se empezaba a acercar a ella, era como si no tuviese que ir buscando su destino, sino que el destino venía a ella, como si en cada decisión fuese perdiendo oportunidad de encontrarse, como si la mejor elección fuera quedarse quieta, sin hacer nada y dejado de estorbar en el camino.

A unos pocos metros vio, por fin, el final de su largo paseo por aquella calle inquietante. Sabía que no tenía que hacerlo, pero es que estaba tan cerca...

Se levantó bruscamente del banco y echó a correr a su encuentro, para abrazarle y decirle todo lo que había sufrido sin el, pero empezó a notar que otra vez se le escapaba y ella empezó a correr, aún si cabe, más rápido. Cuando lo tuvo a pocos centímetros se le lanzó al cuello, sin embargo lo volvió a perder y quién sabe cuando volvería a verle. Calló fuerte con las rodillas en el suelo y se hizo daño, pero no la importó, ya nada la importaba, y se puso a llorar como casi siempre. De pronto las personas que la estaban vigilando una a una fueron saliendo de su escondite una a una y la empezaron a preguntar qué la pasaba. Esta sensación fue peor que la anterior, estaba más agobiada que antes. En aquél momento odió el cúmulo de gente, quería estar sola, sin nadie alrededor, quería desahogarse tranquilamente por aquella gran pérdida.

Un grito lejano, pero claro, parecía entenderla a la perfección, aquél grito acaparó toda la atención de las personas de su alrededor, las cuales empezaron a desvanecerse poco a poco tal y como lo hizo el sueño que se acercaba caminando en un chico corpulento.

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Aún seguía oyendo ese grito, como si aquella pesadilla hubiese sido real. Y su sentimiento era real, pero había cambiado el escenario, esta vez se encontraba tumbada encima de una arena fina, pero húmeda y le soplaba una brisa marina mediterránea. Se inclinó para ver quién había gritado de esa manera, vio a un chico de aproximadamente la misma edad que ella, este tenía un amigo al lado suyo, no los veía muy bien porque era de noche, pero sí distinguió el cabello rizado de uno de ellos que la estaba mirando con cara de extrañeza y saludando con pocas ganas a alguien que parecía que ella tenía al lado, se inclinó un poco más para mirar quién era y notó que tenía una manta por encima, la agarró y miró hacia arriba, era su amiga Gema.

-¿Qué haces aquí? ¿quiénes son esos? ¿qué hago con esto por encima?- Dijo Diana aún somnolienta.
-Heee... tranquila, una por una.- Contestó con una sonrisa en la cara- Lo de la manta que llevas por encima... no se, creí que viniste ya con ello de casa, y en cuanto a "esos", son unos amigos que te voy a presentar ahora mismo.
-¿Qué...? ¿Cómo...?- Diana seguía confusa.
-Vamos, no preguntes, solo sígueme- Y sin dar tiempo a que protestase, Gema se empezó a dirigir hacia los dos chicos.

Capítulo 4


-Bueno ¿entonces, te vienes?
-De acuerdo. ¿Donde siempre no?
-Si.
-Ok, nos vemos, chao.
-Adiós.

Colgó. Antes de irse a duchar y vestirse para salir, echó un último vistazo a la ventana, seguía en la misma postura que antes, pero esta vez parecía estar agarrando su precioso collar, ¿de quién sera ese collar, que nunca se separaba de él? ¿de su novio? Aquella chica era un absoluto misterio y ahora no tenía ni tiempo ni ganas para pensar en eso.

Se duchó con una tranquilidad pasmosa. No le apetecía salir y no pretendía acelerar ese proceso. Se vistió tranquilamente, ya había pasado una hora desde que su amigo le llamó para quedar. No sabía si Juan se estaba impacientando, pero tampoco le importaba.

Terminó de vestirse, antes de salir por la puerta regresó a su habitación para volver a mirar por la ventana, para volver a mirarla, para ver que tal estaba, como se encontraba. La chica guapa de detrás del cristal había cambiado de posición. Esta vez se encontraba tumbada en la arena blanquecina que esperaba sumisa las envestidas de las olas, parecía dormida y cogió miedo, miedo de que cogiese frío con la poca ropa que llevaba y con la que estaba cayendo, pensó que podría llevarla algo de abrigo para echárselo por encima y salvaguardarla del viento indolente. Cogió una manta que abrigase bien, cogió el móvil y también las llaves de su casa. Se puso escaleras abajo hasta llegar a la puerta, agarró el pomo y tiró. Reunió el valor necesario y se dirigió hacia la chica, le echó la manta por encima y se acurrucó a su lado. Esta se agitó, pero no se despertó. Parecía que había llorado, nada distinto a otros días. La observó atentamente, incluso dormida era hermosa. No la conocía de nada pero parecía necesitar apoyo o ayuda. Habría preferido quedarse allí para siempre, pero no podía, había quedado con su amigo para una "sorpresa" que le tenían preparado, así que se levantó y se dirigió al mismo sitio donde quedaban siempre que podían.

Cuando llegó estaba solo Juan.

-Hola, ¿y los "nosotros"?
-Les dije que se aplazaba a otro día tu fiesta de cumpleaños- ¡¿Así que me habías mentido?!
-¿Entonces no hay ninguna "sorpresa"?
-Jajaja... les dije que hoy no había cumple precisamente para eso, para la sorpresa que te tengo preparado- Le estaba empezando ha asustar.
-Bueno, ¿y qué es lo que me tienes preparado?- Le estaba empezando ha picar gravemente la curiosidad.
-Vamos, ya lo verás.

Fueron por distintos sitios, al cine, al Burger, incluso se fueron de botellón, en el cual conoció a una chica llamada Verónica, se habían dado los teléfonos, pero no creía que se llegasen a llamar algún día. Nada de todo aquello parecía ser la "sorpresa". A mitad de la tarde dejó por fin de llover. Se habían echado unas risas, incluso por un momento había llegado a olvidarse de ella. ya era de noche, serían alrededor de las once, no lo sabía ni tampoco podía pensar mucho en la hora. Su amigo le guiaba ya por otra calle, porque él no sabía siquiera por donde pisaba, aunque parecían dirigirse a su casa.

-Te voy a presentar a unas amigas- Juan parecía estar relativamente bien, no había bebido mucho.
-Jajaja... hip... ¿unas amigas? hip...- Lo decía de forma inconsciente, él no lo notaba, pero parecía haber dado en el clavo- Oye... hip... ¿estamos yendo a mi casa? hip...
-Bufff, no debí haberte dejado beber tanto, no sabes ni donde está tu casa. Sí, vamos de cabeza a tu casa- De repente Germán lanzó un grito de desesperación.
-¡¡¡Nooo!!! van a estar mis pades dento. Hip.
-Tranquilo no vamos a entrar- Dijo sobresaltado- mira hacia allá- señaló a dos chicas, una se estaba levantando confusa de la arena marina y la otra se encontraba cerca de esta.

La que se encontraba en pié saludó enérgicamente con una mano y Germán la correspondió, pero se fijaba más en la otra chica, ¿de qué la sonaba? Parecía haberse levantado de un mal sueño, miró una pequeña manta que la refrigeraba muy bien del frío y luego le preguntó algo a su amiga, no supo decir qué, esta se la contestó. ¿De qué le sonaba la chica de la manta? bufff... estaba muy mareado, tenía unas ganas tremendas de tumbarse en la arena. Y, sin saber por qué, se deprimió sin razón aparente. No sabía quién era, pero le gustaría ir corriendo hacia ella y abrazarla.

-Vamos- Le animó. No se podía creer que, después de tantas semanas soñando con ese momento, no se atreviese ni siquiera a dar un solo paso más en aquella dirección.

Capítulo 3


Nada más colgar el teléfono a su amigo la llamó para decirla que el plan seguía adelante por su parte y que le avisara en cuanto terminase de hablar con ella.

Llevaba varios días planeando el cumpleaños de su mejor amigo. No se lo había dicho, pero hace unas pocas semanas iba paseando por la orilla, cerca de su casa, y le sorprendió, sin que nadie se diese cuenta, mirando pasmado a una chica de no más de diecisiete ********* que estaba sentada en la arena sin preocuparse de que las pequeñas olas que llegaban a ella la estaban mojando sus pies desnudos. Ahí se dio cuenta del porqué a su amigo no le apetecía salir, y esa chica no parecía estar mucho mejor. Al instante se dio media vuelta y se alejó de aquella escena. Casualmente no tuvo que andar mucho hasta que se encontró con una de las amigas de la chica, no se conocían, pero se presentaron y hablaron durante un rato:

-Bueno, si, esa es mi amiga, Diana, no te preocupes por ella lleva ********* así,- Le contaba el día que se conocieron.
-¿Qué la pasó?- Preguntó interesado.
-Nada, una tragedia. Fue muy duro para todos. Pero sobre todo a Diana, nunca a aprendido a pasar página. Ella es así- Finalizó la frase con un toque de amargura.
-Tengo un amigo que... bueno, que esta enamorado de ella. No me lo ha dicho, pero yo creo que se le nota- Señaló donde estaba el chico, que seguía ensimismado con aquella chica.
-¡Ostras! es verdad, no había reparado en él. No sabía que nadie estuviese enamorado de Diana.

Después se dieron los números y planearon un encuentro fortuito entre Germán y Diana el día del cumpleaños de Germán. Hasta que no habló con él no se dio cuenta de lo coladito que estaba por la chica de la orilla. ¡No se acordaba de su cumple! Estaba peor de lo que pensaba.

No era el mejor día para llevar a cabo el plan propuesto, pero al parecer la chica no faltó a su cita con el Mediterráneo, ni tampoco creía que llegara a convencer a su amigo para que saliese cualquier otro. Y puestos a seguir la encerrona, Germán no le negó ir a su "sorpresa", así que... plan a seguir. Ahora estaba esperando a que le llamase Gema, así le dijo que se llamaba, con la respuesta de su amiga.

Esa chica, es una de las mejores personas que ha conocido en su vida, es amable y parecía interesarle todo lo que a su alrededor parecía interesante y resultaba desconocido para ella. Gema, ¿por qué le ha sorprendido tanto?, ¿se estaría enamorando como su amigo de esa tal Diana? No, no se estaba enamorando, tan solo llevaban unas semanas como amigos y no sabía aún nada sobre ella.

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Aquella chica aún seguía siendo un misterio, estaba lloviendo y Diana no se retrasaba en nada para ponerse en contacto con el mar, a pesar de todas las cosas vividas juntas y de tantos ********* una al lado de la otra, ni por asomo se esperaba que aquel día fuese al mar, ni mucho menos tan ligera como iba, se iba a resfriar, pero eso al parecer a ella no le importaba lo más mínimo.

Hace poco acaba de terminar de hablar con ella. Como siempre, no parecía estar en condiciones de nada, pero por nada del mundo iba a desperdiciar aquella oportunidad que le brindaba aquel chico, llamado Juan, de sacarla de una vez por todas a la sociedad y de hacer que por un momento se olvidara de aquel accidente ocurrido hace tantos *********. Tenía prometido a Juan llamarle en cuanto la diese una respuesta, y ya la tenía.

-Hola, ¿Gema?- Tras varios segundos de espera lo cogió.
-Sí. Por esta parte se corta el plan- No lo dijo desanimada, sino más bien resuelta.
-Ok, ya sabes lo que tienes que hacer entonces- Sí, sabía lo que tenía que hacer, y no iba a fallar, lo haría por su amiga.
-Sí, lo sé. Hasta la vista entonces.
-Chao.
-Besos.

Juan era uno de los pocos chicos que conocía que se preocupaba realmente por sus amigos, era atento y apuesto. Vamos el hombre de sus sueños, pero ¿estaba enamorada? No, no lo estaba. Solo eran unos amigos que se han conocido tan solo hace unas pocas semanas atrás, pero él tenía algo que le hacía ser especial.

Capítulo 2


No sabía que hacer, en realidad pocas veces a sabido que hacer. Eso si, ningún día faltaba a su cita con el ambiente marítimo Mediterráneo, ni siquiera aquel día tan lluvioso, llevaba rapa de lo más ligera aunque su madre le dijo que llevase un paraguas o algo de abrigo. No la hizo caso, en cualquier circunstancia nada le importaba lo más mínimo, ni siquiera su propia persona. todas las mañana se sentaba en la orilla del mar mirando directamente a los ojos del horizonte y allí se quedaba hasta la caída del sol esperando ilusamente a que él volviera a abrazarla una vez más y susurrarla al oído que no había pasado nada y que todo había sido un mal sueño, pero esto nunca sucedía, aquel día en el que estaba siendo observada por la copiosa lluvia no perecía ser distinto. Instintivamente se llevó la mano al collar que tenía prendido al cuello y le vinieron a la cabeza todo tipo de recuerdos buenos, sintió un enorme vacío dentro de su ser, un nudo muy fuerte en la garganta. Diana apretó por acto reflejo los dientes y acto seguido cerró los ojos, y así se quedó un buen rato respirando la brisa del mar, hasta que dentro de uno de los bolsillos de su pantalón baquero corto, una música vibrante de Evanescence sonaba débilmente. abrió lentamente los ojos, y nada más abrirlos se dio cuenta que no veía nada o que lo poco que veía se vislumbraba borrosamente en sus claros ojos azules. Ningún día había logrado no llorar. Lentamente bajo su mano hasta donde supuestamente seguía sonando el teléfono.

-¿Si?- Contestó con voz ronca, y se aclaró la garganta.
-¿Diana?
-Dime- Dijo desanimada.
-Oye, no puedes estar así durante toda la vida- Gema siempre preocupándose por ella.
-Bueno, ya veré yo lo que hago- No pretendía que sonase con tanta dureza.
-¡Venga! ¿por qué no te evades un poco y sales conmigo aunque sea?
-No me apetece.
-De acuerdo, si cambias de idea llamame ¿ok?- Se la notaba fastidiada, pero sabía que cuando Diana la decía que no la apetecía, no iba a conseguir ni hablar con ella- y animate, ¿lo harás?
-Lo intentaré.
-Así me gusta. Muuak. Besos. Te adoro- Esas fueron sus últimas palabras. Luego colgó.

Cerró su móvil y lo volvió a depositar en el bolsillo donde anteriormente lo encontró. Estuvo un buen rato quieta, en silencio, sin pensar, sin actuar ante ningún estímulo.

Ella, Diana, se consideraba una persona incapaz de levantarse después de haber caído, nunca se olvidaba de las cosas que habían sucedido a lo largo de su vida, y nunca olvidaría aquel acontecimiento que probablemente la condicione durante toda su vida. No vivía muy lejos de allí, pero lo suficiente como para estar completamente sola sin que nadie la moleste, solo había un problema aquella casa que estaba detrás suyo donde parecía no vivir nadie, asique tampoco la molestaba demasiado.

Seguía lloviendo sobre ella, sobre su pelo moreno. Volvió a dirigir su mano hacia el colgante, esta vez concientemente, y lo agarro con fuerza dentro de su puño. Cuando empezó a aflojar la joya se tumbó encima de la arena y cerro los ojos ante un cielo totalmente oscuro y en tinieblas, tanto como en su interior, y comenzó a llorar de nuevo. En ese momento lo único que quería era descansar y dormir, estaba completamente segura que se dormiría y que soñaría con sus recuerdos de él.


Capítulo 1


No se había movido en toda la mañana, la veía perfectamente desde la ventana, sentada en la suave arena de la orilla del mar, donde se preparaba para empezar un nuevo día ajena a todo lo que ocurría alrededor de ella. No hacía un buen día para estar en la playa, llovía a cantaros y hacía casi tanto frío como en Rusia del norte, sin embargo parecía permanecer inmune a todo esto, no parecía importarle nada, ni siquiera su persona. Ella estaba como en un día caluroso de Agosto como si quisiera que alguien la arropase, la abrazara o la diese ánimos para seguir viviendo. Ese alguien le gustaría ser a él, le gustaría que supiese que existe, que sepa que puede contar con él para lo que sea. Siempre que la ve le gustaría presentarse, decir quién es y todo lo que siente, todo lo que pasa por su mente cuando está cerca. La ve todos los días, y todos los días intenta coger valor de donde sea para abrir la puerta de su casa e ir corriendo hacia ella para contárselo todo, o para abrir la ventana por donde siempre la observa y gritarlo todo sin dejarse nada.

Diana, así se llamaba la chica que le volvía loco, tenía entre catorce o dieciséis ********* más o menos pero aparentaba tener más edad, su pelo moreno con pequeñas mechas rojas le recorría toda su espalda moviéndose libremente por el efecto del viento que le soplaba de poniente. Su cara poseía una tez muy atractiva, en la que tenía un pirzing pequeño de color plata en la nariz. Sus ojos parecían ser hijos del cielo más claro y luminoso, no creía haber visto en su vida una mirada tan transparente y triste como la suya. Tenía un fino cuello donde siempre descansaba tranquilamente un lustroso collar de cadena dorada de donde colgaba un corazón roto a la mitad. Diana es de cuerpo esbelto que le encanta la vida del Mediterráneo a toda costa y el cuidado de su figura a pesar de parecer no importarle nada. toda ella es una belleza extraordinaria Mediterránea del Este de piernas finas y largas de un tono moreno latino. Nunca estaba pintada aunque tampoco parecía importarle porque siempre al final terminaba llorando, pero el motivo era algo que a él se le escapaba.

Aquél chico que todas las mañanas se asomaba tímidamente por la ventana para apreciar la belleza de Diana, se llamaba Germán y tenía dieciséis *********. Aquella mañana no era distinta, seguía mirándola sin cesar, sin cansarse, sin preocuparse por su desordenada habitación, sin hacer caso a la música que acompasaba al ambiente, Para él solo existía ella. Germán no se consideraba un chico guapo, pero tampoco se veía feo. Todos los días se daba un paseo a orillas del mar con su bicicleta azul, hasta que la vio, desde entonces se paró el tiempo y ya no existen más lugares para él que esa habitación y esa ventana, y ya no existen más viajes que transportarse hacia un sueño con ella. Su mano descansaba aburrida en un pelo desordenadamente rizado, un pelo castaño pero con toques rubios. Tenía los ojos muy verdes y su sonrisa, últimamente apagada, era de las sonrisas más sorprendentes que existían. Nunca llevaba puesta la misma ropa por la mañana que por la tarde y siempre, por defecto, solía ir bien vestido. Pero lo que más especial le hacía era ese lunarcito en forma de luna cerca del hombro. Él tenía un toque especial para tratar a las personas y nunca a tenido problemas para salir con cualquier chica que le gustase, pero aquella chica...

Una canción de Pereza y el sonido de vibración del su móvil le sacaron de sus pensamientos.

-¡Hola!- Era Juan, uno de sus amigos.
-Hola.
-¿Por qué no vienes con nosotros durante todo el día?... te tenemos una sorpresa preparada.
-¿Nosotros? ¿una sorpresa?- Hacía varios días que no veía a sus amigos.
-¡Vamos hombre! ¿no me digas que no te acuerdas de que día es hoy?- Todos los días eran igual para él desde que apareció esa chica al otro lado de la ventana.
-Lo siento, pero no.
-Bufff, en serio, tienes un problema- Si, y ese problema se llama "la chica guapa de detrás del cristal"- ¡hoy es tu cumple!- ¡Leches! no se acordaba.
-Claro, como no me iba a acordar, solo estaba disimulando- Mintió.
-Bueno ¿entonces, te vienes?
-De acuerdo. ¿Donde siempre no?
-Si.
-Ok, nos vemos, chao.
-Adiós.