martes, 30 de noviembre de 2010

Capítulo 11


Se dirigía a toda carrera hacia la puerta de su casa, estaba llorando, no podía parar y la empezaron a fallar las piernas. No le apetecía para nada entrar en su casa, de modo que se frenó en seco cayéndose de rodillas en la húmeda arena y escondió su cara tras las manos y en una convulsión de hombros empezó a sollozar sin importarle nada. ¿Cómo puede estar tan afectada por algo que ocurrió hace tantísimos años? ella no tenía la contestación a esa respuesta y no pensaba que la tuviese algún día cercano.

Lo que le ha hecho esa noche su amiga no lo veía normal, y una persona que no conocía de nada y que no creía que tuviese nada que ver en todo ese asunto, que no cree que tuviese la culpa de nada, que le pareció estar allí porque su amigo, a quién tampoco conocía de nada, le guió. Se sentía como en el sueño, se sentía como si todo el mundo la observara y ella no se diese ni cuenta, se sentía como si todo el mundo fuese en contra suya, pero en esta ocasión no le pareció ver una luz al final del túnel, no le pareció haber oído la voz salvadora, y aquél chico, Germán, se ha llevado toda la palma de su cabreo por culpa de su amiga. O a lo mejor era por su culpa. Todos estos años centrándose en un problema que no tenía solución posible, que no se daba cuenta de que había más gente con problemas. Era una egoísta solo la interesaba solucionar su problema. Era una insensible, no le importaba lo mucho que doliesen sus palabras, ni el daño que pudiese acarrear a la gente que pasaba por su lado.

No se acuerda cuanto tiempo estuvo arrodillada en la arena, tampoco se acuerda cuando terminó durmiéndose. Al despertar se dio cuenta de donde se encontraba, miró hacia el mar y advirtió que el sol se levantaba a la vez que ella. Poco a poco empezó a recordar lo ocurrido la noche pasada, aunque decidió no haberlo hecho. La encerrona de su amiga y de Juan, de Germán que lo único que quería era hablar con ella, de la manta... No pensaba pedirle perdón, se arrepentía de todo lo que le digo, pero ¿quién era él para ponerla una manta por encima y luego pedírsela con todo el descaro del mundo? Estaba confundida, ya no sabía en quién confiar.

Se levantó cuando el sol ya se disponía a ponerse encima suya. Le escocían mucho los ojos y parecía tener congestionada la nariz, pero fue el mejor sueño que se había echado en años, en tal caso aún tenía la sensación de tener a todo el mundo en contra y el haber podido dormir sola al lado de su mar más querido, a orillas del mediterráneo, y que nadie la hubiese molestado parecía haberla puesto las ideas más claras que cuando llegó su amiga de no se sabe donde, cuando se despertó de mal gusto y con una pesadilla en mente, cosa que tuvo que pagar un chico llamado Germán.

No regresó a la playa en tres días. No tenía ganas de seguir mirando el horizonte o de tener visitas inesperadas en pleno relax. Aunque tenía las ideas más claras, aún estaba cabreada con todo el mundo. Sus padres no estaban en casa, se habían ido de vacaciones durante un mes, ella pensaba que era una prueba de confianza, pero la importaba muy poco, de vez en cuando sus padres llamaban para preguntar como iba todo. La verdad es que no era una chica muy desordenada, era cuidadosa, organizada y era responsable.

Los tres días que estuvo en casa solo puso el casete que tenía en su habitación con su emisora de radio favorita. Su habitación carecía de mesa de estudio, en su vez tenía una pequeña mesa de madera que a simple vista parecía estar limpia, allí era donde hacía los deberes. Su habitación también poseía postes de diversas cosas como su actor preferido, su grupo favorito... También contenía un diploma de atletismo y alguna que otra medalla de natación.

Se encontraba escuchando música cuando alguien llamó a su móvil y lo cogió:

-¿Si?
-Soy yo Gema- Saludó como si no hubiese pasado nada.
-Ya, me acabo de dar cuenta.- Dijo en tono sarcástico- No me apetece hablar, y mucho menos contigo- y colgó.

La volvió a llamar en varias ocasiones, hasta que se hartó de tantas llamadas de su amiga que no tuvo más remedio que coger la llamada.

-¡A ver! ¡¿Qué narices quieres?!
-Solo quería pedirte disculpas por la otra noche,- hizo una pausa que le pareció eterna- no sabes como está ese chico.
-¡Pues ni lo se ni me importa!- Se estaba empezando a calentar.
-Solo escuchame, y no grites por favor.- Esperó su contestación, pero se lo pensó dos veces y decidió escuchar.- Primero pedirte disculpas por lo de la noche pasada, confieso que fue una encerrona, pero ni a ti no te apetece conocer a gente y ese chico está pillado por ti.- Aunque hacía tiempo que lo sospechaba, la información le pilló por sorpresa- Mira, no se lo que pasó al final la otra noche, pero parece ser que al final no te dijo nada. Hay vida más allá de los sueños ¿sabes?- La reflexión de Gema también le pilló por sorpresa- Enfréntate a la realidad tía, si no le plantas cara querrá decir que ya no perteneces a este mundo y todo lo que has sufrido, todo lo que has llorado en su memoria no servirá para nada si no vives la vida por él. Tú ya no puedes hacer nada, solo puedes continuar lo que dejó a medias y tal como estás actuando no lo conseguirás, honrarle con felicidad y no con sufrimientos, con risas y no con llantos sin sentido. No te estoy pidiendo que le olvides, te estoy pidiendo que te acuerdes de él.- No la dejó opción a contestar, lo dijo todo seguido y ahora parecía que le faltaba el aire. Aquella última frase le hizo preguntarse que es lo que ha estado haciendo durante todos esos años. Ahora era a ella a quién le faltaba el aire y no supo que decir. Ante el silencio inminente su amiga siguió hablando.- Lo único que te pido es que te lo pienses y cuando estés decidida a seguir viviendo habla con Germán.

Cuando su amiga colgó ella aún tenía el móvil de la mano, confusa y aturdida, y se sentía fatal por su comportamiento, ¿a cuántas personas habría hecho sufrir sin contar con Germán? ¿cuántas personas habrían pasado por su lado sin ella percatarse de que la vida seguía? no podía dar marcha atrás al reloj y hacer como si no hubiese pasado nada, pero si podía cambiar el presente. Decidió seguir el consejo de Gema, se vistió para salir, se peinó con cautela, se puso un abrigo por si se daba el caso de que refrescase y se dirigió al lugar donde perdió toda buena imagen que pudiera tener en los ojos de aquél chico, no sabía por qué, pero tenía la sensación de que estaría lo suficiente cerca de él como para que la viese.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Capítulo 10


Lloró y lloró sobre la almohada de su cama ya mojada. Su habitación no era excesivamente grande, o al menos no la consideraba así, tenía una mesa de estudio que se colocaba enfrente de la ventana, a la que él llamaba, de vigilancia, porque desde allí se veían con mucha claridad los barcos que zarpaban desde el puerto y los que ya estaban en la mar, el escritorio estaba a rebosar de objetos que no venían a cuento, como discos Pignoise o platos de cocina que aun no los había llevado a fregar, a mano derecha se veía, como elevada en el aire, una estantería bastante larga de un solo apoyo, donde reposaban al rededor de cincuenta libros de todo tipo de tamaños y géneros. La cama se encontraba justo a la derecha de la puerta que se encontraba a unos diez metros por detrás de la mesa y que al abrirse ocultaba tras de sí la cabecera de la cama, donde estaba llorando sin descanso en ese instante.


A poco de dormirse entre lágrimas de amor, su móvil empezó a sonar encima de la mesa, al principio pensó que podría ser Diana para disculparse, pero se dio cuenta de que no tenía su número y descartó esa opción, después pensó que podría ser su amigo, "si será, lo más seguro" pero no tenía ganas de hablar en ese instante de lo ocurrido y a su vez disculparse por no haberse despedido de nadie. Decidió dejar morir aquella canción de Pereza que en esos momentos solo le parecía sonido sin sentido, al cabo de aproximadamente cinco minutos volvió a sonar, en este caso tuvo la misma elección que en la llamada anterior.


Finalmente, poco a poco, se le fueron cerrando los ojos, deseando que nada de lo que había pasado aquél día hubiese ocurrido en la realidad. Sabía que aquella noche soñaría con ella, con los recuerdos a través del cristal, con la hija del dios Júpiter. También sabía que al día siguiente no se levantaría de la cama ni para comer, y así fue, al siguiente día no se levantó ni para mirar por la ventana en busca de su amor imposible al que seguía llorando, ni siquiera se levantó a coger el móvil, que sonó incesante durante otras nueve veces aquél día.


A los dos días tuvo la fuerza de voluntad de ir a tomar algo a la cocina, pero seguía haciendo caso omiso a Pereza, como si no existiese, tampoco paraba de ahogarse en su propio llanto cuando sus padres no estaban presentes en aquella casa. En este día el móvil no sonó más que ayer, alrededor de unas tres veces.


Tres días después de aquella noche tan desastrosa, creyó encontrarse mejor y se dispuso a mirar por aquel vidrio transparente que ya estaba acostumbrado a que Germán le clavase los ojos para que pudiese ver el reflejo del mundo a través de él. No vio a nadie. Nada, todo desierto. Derecha. Izquierda. Nada de nada. En estos quehaceres estaba cuando le sobresaltó por enésima vez su móvil, su mirada se dirigió hacia la pantalla parpadeante que se presentaba enfrente de sus ojos, antes de que finalizase la llamada descubrió que no era ningún número que conociese y se sorprendió, "a lo mejor es Diana, que ha pedido a Juan mi móvil" pensó. Al terminar la llamada, en la llamada descubrió leer en la pantalla que tenía quince llamadas distintas, dos de ellas de Juan y las otras de un número que no le sonaba de nada. Decidió esperar a que aquél extraño número que se había adueñado de sus llamadas perdidas volviese a llamar. Tuvo que esperar unas dos horas la llamada pensando que sería Diana, pero al cogerlo se desvaneció la ilusión inducida desde ese día.


-Hola- Era una voz dulce y suave, era una voz de chica, pero no se correspondía a la de Diana, ese flácido sonido parecía tener un matiz entristecido, pero a su vez, también, efusivo.

-Hola, ¿te conozco de algo?

-Sí, pero no creo que te acuerdes de mí,- Tenía la sensación de que la pregunta que le formuló no fue plato de gusto para la chica.- nos conocimos en el botellón, hace tres días.

-Ah...


No tenía ni fuerzas ni ganas de recordar ese día, pero hizo un esfuerzo. Hace tres días fue su cumpleaños y su amigo le llamó para darle una sorpresa que resultó ser el presentarme a Diana y a otra chica de quién en esos momentos no se acordaba del nombre, pero no podían ser ninguna de las dos porque no las conoció en ningún botellón. Recordaba haberse puesto un poco ebrio en un botellón, pero no se acordaba de nadie con quien hubiese hablado en él a excepción de una chica a quién dio su número telefónico, "sí, será esa chica, pero ¿cómo se llamaba?". Sabía que su nombre empezaba por V, "V..., ¿Victoria?, ¿Vanesa?, ¿Verónica?. ¡Eureka!, Verónica".


-¿Verónica?

-¡Sí!- Lo dijo con mucho entusiasmo.

-No has dejado de llamarme desde aquél día. ¿Qué querías?

-Nada, solo me preguntaba si querías quedar para salir, solo para conocernos más...- Aclaró.

-Lo siento, me quedé resfriado aquél día.- Mintió- Cuando pueda ya te llamaré, tengo tu móvil.

-Trato hecho, pues hasta entonces.

-Chao.


Al tiempo de colgar volvió a echar una mirada por la ventana. No podía ser cierto, estaba allí, nuevamente, pero esta vez más abrigada. De pronto la cabeza le empezó a doler con la fuerza de un volcán. No tenía ni idea de lo que debía hacer. No sabía si bajar e intentarlo de nuevo o dejarlo estar, olvidarse de ella y quedar con su amigo para desahogarse e intentar resolver dudas. Decidió no hacer nada y tumbarse en su cama, volviendo a llorar, todo lo que había mejorado su corazón en los últimos tres días se a roto con la presencia de Diana tras el cristal, todas las preguntas y dudas resueltas al cabo de esos últimos días se habían vuelvo a formular con más fuerza que nunca. ¿Qué debía hacer?

domingo, 14 de noviembre de 2010

Capítulo 9


Se acercaba paulatinamente, estaba deseando volver a verle, le echaba de menos, ¿cómo se puede llegar a añorar tanto a una persona que se ha conocido hace tan poco?, quería correr hacia él y abrazarle, pero sabia que no lo debía hacer, por el contrario se movía con estilo y elegancia, intentando acentuar en cada paso que daba sus movimientos de diva. Él estaba forcejeando con su amigo que se negaba a moverse y le invitaba a andar, parecía que no quería adelantar un solo pie por delante del otro. "Pobre, seguramente no se habrá preparado nada pera decirla" pensó mientras seguía caminando hacia los dos chicos estancados en las arenas del mar. No miraba si su amiga la seguía o no, lo único que le importaba era llegar a saludarles y conocer al otro chico, pero creía que si la seguía. Al llegar al punto de destino Juan ya se había cansado de estar luchando con el incansable embobamiento de su amigo y se había puesto enfrente suya y de su amiga a saludarlas, mientras su amigo seguía en las lunas de Saturno.

-Gema- Con las ganas que tenía de saludarle, la sorprendió que fuese él el primero en saludar- Germán.- Se dirigió a su amigo, aún sumergido en sus inmensos pensamientos- Germán esta es Gema.- Pareció que ya empezaba a regresar a tierra firme.
-Hola- Saluda Gema, que definitivamente hizo que Germán regresase de la gran oleada de sentimientos que le albergaban en su mente.
-Hola- Dijo Germán sin muchas ganas.
-¿Y tú? ¿Cómo te llamas?- Dejó de mirarla y se dirigió a Diana. "Mierda, se me ha olvidado presentarlos" pensó.
-Diana- Su amiga contestó de mala gana y pareció haber saludado por simple educación.
-Yo soy Juan- Volvió a hablar, permaneció un rato que pareció interminable y se dirigió a Germán- y este chico de aquí es Germán.

La tensión que se percibía en el ambiente era muy fuerte, ni siquiera entiende como su amiga no fue capaz de percibirlo y dignarse a contestar. Finalmente se saludaron con un gélido gesto al gusto de sus cabezas que no tenía muy claro de quién determino ese saludo, pero esta casi segura de quién lo comenzó fue Germán. "¿Pero es que no te das cuenta de que va por ti?, no te ha quitado el ojo de encima desde que te vio por primera vez" quiso decir a Diana, pero no lo hizo. Y era verdad desde que estaba Diana allí, Germán no la ha quitado la vista de sus ojos, y pensaba que si ha sido así durante todo el tiempo desde que la vio por primera vez desde la ventana de su habitación, no entiende como todavía no se ha cansado de mirarla.

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Ya se habían saludado y ahora estaban completamente callados, se notaba mucha tensión en el aire por parte de todos. Gema parecía estar analizando a su amigo, por este acto, le dio una punzada en el corazón, ¿celos?, "¿cómo se pueden sentir celos de alguien a quién ni tan siquiera conoces?" caviló Juan mientras todos seguían en silencio, un silencio que él se atrevió a romper dirigiéndose a Gema:

-Gema, ¿puedes venir un momento conmigo?- Dijo con toda la calma que le fue posible en aquél ambiente tan hostil. Pensaba que si la llevaba aparte, aparte de estar a solas un rato con ella, aquél silencio que había se rompería y a lo mejor Germán se atrevía a hablar con Diana que condiciones más optimas y tranquilas hacia él, pero como se tomaría Diana aquél hecho de dejarla sola con una persona que acaba de conocer gracias a las personas que ahora les dejan solos, daba por hecho que pensaba que todo aquello era una trampa, pero ya no había vuelta atrás, ya había roto el silencio y era para invitar a Gema a seguirlo a un lugar apartado dejando a su amigo y a esa chica solos.
-Claro- Contesto Gema casi de inmediato.

Mientras se alejaban del abrumador silencio, Juan no se atrevía a echar la vista atrás, por miedo a ver la cara de embobado de su amigo o la cara de odio de Diana, a quién había hecho aquella putada sin tan siquiera conocerla. Tampoco se atrevió a Gema, por miedo a no sabía qué, pero no se dignaba a mirarla. Estaba tenso, rígido como una estatua, pero andando tranquilamente,solo mirando al frente e intentando transmitir elegancia. Se dirigía hacia una de las cuatro paredes de la casa de su amigo, en una en la que ni Germán ni Diana los viesen y que ellos pudiesen, de vez en cuando, mirar que pasaba en la orilla con estas dos personas.

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¿Qué le querría decir? ¿hacia dónde van?, no tenía ni idea, pero a la primera pregunta no estaba muy segura de querer saber la respuesta. se pararon a unos metros de la orilla, en un lugar medio escondido de la vista de su amiga y Germán, pero lo suficientemente descubiertos como para vigilarlos.

-Bueno, ¿qué me quieres decir que no pueda escuchar nadie más?
-Oh... hemos venido aquí para que Germán se suelte un poco con tu amiga,- Era eso... no sabía si realmente quería escuchar eso o simplemente lo que no estaba segura de querer oír de aquella boca.- ¿No notabas el ambiente un poco cargado?
-Si... tu amigo parece estar completamente enamorado de Diana.- En verdad ya lo pensó cuando le saludó y realmente ella no pensaba que aquél chico estaba tan mal.
-Está peor de lo que me imaginaba. Oye, cambiando de tema, ¿tienes algún hobby que te guste especialmente?,- Esa pregunta, debía admitir que, la pilló completamente por sorpresa.- si no quieres contestar no me importa, pero me gustaría saber más cosas sobre ti.
-Por supuesto que no me importa, lo que más me gusta es el patinaje artístico sobre hielo, sueño con ponerme en una pista de patinaje en algún gran campeonato y ganarlo, o simplemente por participar y que viesen todos cómo lo hago de bien, ya estaría contenta.- Lo dijo con mucha pasión, esperaba que Juan no se asustase por haber descubierto su gran pasión- ¿Y el tuyo?
-Puf... me vas a llamar raro, pero en mis ratos de aburrimiento dentro de casa, me pongo a hacer matemáticas como un descosido.- Gema se tragó las ganas de reírse, aquél chico era un misterio- En mis ratos libres fuera de casa me guata picarme con la ley de la flexibilidad y gravedad, y empiezo a hacer break y parkour, aun que se hacer pocas cosas.- Hizo una pausa, no sabía si decírselo o esperar a que saliese solo,- ¿Te puedo preguntar algo?- finalmente se decidió a hacerlo fuese cual fuese el resultado de su atrevimiento.
-Claro, adelante.
-Veras, quería preguntarte si tú estarías dispuesta a...- No le estaba haciendo caso, no le miraba a él, sino que miraba en dirección a la orilla, y también él se dirigió hacia esa dirección, echando por la borda todo acto de valentía. Era su amigo y Diana, Germán estaba con una manta de la mano, y Diana se alegaba de la zona de encuentro, al cabo de un rato su amigo se dirigió hacia su casa y entro en ella en el primer intento con la cerradura.
-Parece ser que se acabó la reunión-Dijo sin acordarse de que algo verdaderamente importante iba a salir de la boca de Juan.
-Si, eso parece.- Lo dijo decaído y sin ganas, advirtiendo que la despedida se acercaba- Bueno, pues hasta la próxima.- Se disponía a andar hacia su casa cuando Gema le cogió del brazo, le puso muy cerca de ella y me estampó un suave beso en los labios.
-Puede que halla terminado la reunión que teníamos pensado para nuestros amigos, pero nuestra reunión acaba de empezar.- Ya lo llevaba un tiempo pensándolo hacer, pero,sin embargo, ni lo había planeado para ese momento ni en aquella situación- Solo pasear y hablar, nada más. ¿Quieres salir conmigo?

Quería decirla que sí, pero no le salían las palabras, aquél beso le había pillado completamente desprevenido, como respuesta a su pregunta se dispuso a contraatacar con otro beso.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Capítulo 8


Aún tenía muy presente las imágenes que hace poco vio dentro de su imaginación, pero parecía tan real... No tenía ganas de conocer a esos dos chicos, por no querer no quería ni que su amiga estuviese allí. Maldecía su propia debilidad, su poca capacidad de recuperación, se odiaba por eso, se odiaba a sí misma, a su amiga por traerla personas que no conocía, a los dos chicos por estar allí precisamente en ese momento y en general a todo el mundo, simplemente, por existir.

Sabía que lo único que pretendía su amiga era animarla, pero precisamente ahora no estaba para ánimos y por eso ahora mismo no quería estar con ella.

Gema la estaba guiando hacia lo dos chicos. Ella se dirigía sin conciencia, como un autómata, sin saber que estaba andando, porque en realidad no quería andar. El de pelo rizado, el que la despertó de su pesadilla, el que gritó, estaba anclado en la arena sin moverse, por mucho que su amigo le tirase del brazo. ¿Qué le pasaría a aquél chico?. Pronto el amigo se dio por vencido y cuando ya estábamos cerca de ellos este dio un paso al frente, nosotras nos paramos enfrente suyo.

-Gema- Saludó a su amiga y después se dirigió al otro chico- Germán. Germán esta es Gema.- ¿Gema solo conocía a este chico?, no sabe que la hace sospechar, pero todo aquello parecía una encerrona de su amiga.
-Hola- Saluda Gema, que parece hacer volver a Germán de sus pensamientos más profundos.
-Hola- Dice Germán simplemente, al parecer sin mucho afán.
-¿Y tú? ¿Cómo te llamas?- El chico esta vez se dirigió hacia mí.
-Diana- No tenía ganas de contestar, pero no parecía tener más remedio.
-Yo soy Juan- Se presentó con cortesía, pareció darse cuenta de que no la apetecía hablar mucho y al rato señaló al chico que estaba a su lado, el cual pareció sorprendido- y este chico de aquí es Germán.

A Diana le daba la sensación de que a Germán se le había tragado la lengua el gato, pero tampoco la importó, porque a ella tampoco le apetecía mucho hablar, así que simplemente se saludaron con un gesto de cabeza muy frío, pero demasiado para ella. No tenía duda de que fue aquél el chico que la rescató del tormentoso sueño con un simple grito, no dudaba que fuese él quién la aparto de toda aquella gente, pero entonces ¿por qué estaba allí con otras tres personas más con él?, también odiaba a Germán por no hacer que en ese preciso momento todo el mundo se desvaneciese tal y como se desvaneció hace años.

Al cabo de un buen rato sin moverse ni hablar, alguien se dignó ha hacerlo.

-Gema, ¿puedes venir un momento conmigo?- Quién se atrevió ha hablar fue Juan. Entonces se dio cuenta de que estaba en lo cierto y la habían tendido una emboscada, pero no solo su amiga, sino también Juan, alguien a quien ni tan siquiera acababa de conocer y estaba furiosa por eso, estaba furiosa con todo y con todos.

-Claro- Respondió Gema sin dar muestras de duda.

Diana les miró alejarse con odio y deseando que no se volviesen a cruzar nunca más por su vida ya destrozada. Poco a poco se alejaron de su mirada asesina. No se acordaba del chico con quien la habían dejado y le sorprendió oír a sus espaldas una tiritante voz tímida.

-He... hola- Aquel chico... ¿Cómo se llamaba?... Ha si, Germán. Aquel chico la liberó de la gente en su sueño, y ahora ha hecho librarse de su amiga y del otro muchacho, pero entonces ¿por qué seguía el allí? No quería ver a nadie, y si Germán la comprendía tan bien como para quitarla a la gente de encima ¿por qué no se iba él también?
-Creo que ya nos hemos saludado- Le respondió con demasiada dureza, pero no quería estar con nadie y la imagen de aquél chico desvaneciéndose en su sueño la golpeó con más fuerza que nunca y se quería morir.
-Ya... hip- Parecía estar con unas copas de más- he... perdón, es que...- A ojos de Diana a Germán le costaba soltar palabra y se hartó de la situación.
-Oye mira, si no me vas a decir nada, va a ser mejor que te calles.- ¡Estaba al borde de las lágrimas!, ¿es que no se daba cuenta de que quería estar sola?
-Vale... he, pues, he, ¿me puedes devolver la manta?- Pero ¡¿Cómo se atreve?! No se podía creer que aquél chico que no la conocía de nada, la tapase con una manta y después se la pidiese así, no se podía controlar más y a lo mejor algún día se arrepentiría de lo que iba a decirle a aquél chico tan enamorado de ella.
-¿Es tuya? ¿para que me la pusiste por encima? ¿no te has preguntado que tal vez quisiera morir de frío?- Aquellas fueron unas palabras muy duras para un chico que aún no se había vacunado contra ellas, pero poco le importaba ya lo que la gente pensase de ella, no era la misma desde que su vida se desvaneció, lo que aquél chico pensase de ella en esos momentos, no la importaba para nada. De lo que Diana no se daba cuenta era de que acababa de desvanecer una vida que no era la suya. Diana le tiró la manta a Germán, ahora roto por dentro, le dio la espalda y se dirigió de vuelta a su casa sin despedirse de nadie y llorando sobre un suelo mojado como lloró el cielo aquella tarde sobre sus ojos empapados.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Capítulo 7


-Vamos...- Esta vez su amigo le tiró del brazo para que le siguiese. Él seguía clavado en la arena como si fuese barro.
-¿Qué?- No era un qué de confusión, sino de desesperación.
-¿Qué pasa? solo te las voy a presentar- Lo decía con toda la inocencia de un niño, pero se le notaba la malicia de un villano en la luz de sus ojos, cosa que Germán no notó.

Al final cedió, pero tampoco tubo otra opción ya que las chicas también se estaban acercando, cosa que agradeció porque aparte de no atreverse a dar un paso más no estaba muy seguro de darlo sin torcerse de su trayectoria o, directamente, caerse y no quería dar esa impresión a gente que ni siquiera conocía ni de vista... ¿qué no conocía?, entonces ¿de qué me suena la chica de la manta?, es más ¿de qué le suena esa manta?. Fue entonces cuando se acordó. Él la había puesto la manta para que no se quedase fría. Él era el que la estaba mirando todos los días desde la ventana y siempre pensaba en lo guapa que estaba mirando como las olas seguían con su incansable carrera de relevos. No lo había previsto para nada, pero ¿qué mejor momento para decírselo que aquél?. No aguantaba más en silencio.

Su amigo Juan no dudó un segundo y fue a saludar a las chicas, que se pararon enfrenta nuestro.

-Gema- Se dirigió a la chica que nos saludó y luego se dirigió a él- Germán. Germán esta es Gema.
-Hola- Saludó Gema.
-Hola.
-¿Y tú? ¿Cómo te llamas?- Hizo como si no lo supiese.
-Diana- Dijo sin ganas y risueña.

"Diana" pensó Germán. Y de pronto le empezó a latir con más violencia el corazón.

-Yo soy Juan- Hizo una pausa y sin que se lo esperase señaló a Germán, que seguía en sus pensamientos- y este chico de aquí es Germán.

A Germán no le salieron las palabras. En tal caso a Diana tampoco le apetecía hablar, así que todo quedó en un saludo, simplemente con la cabeza. Él estaba nervioso, ella sin ganas de nada. "¿Por qué el destino a hecho que nos encontremos?".

No se acuerda de cuanto pasaron quietos sin decir nada, pero al final alguien habló.

-Gema, ¿puedes venir un momento conmigo?- Era Juan.
-Claro.

Se alejaron poco a poco hasta que desaparecieron de su vista. Germán se dirigió ha Diana, la chica en la que siempre pensaba.

-He... hola.
-Creo que ya nos hemos saludado- "Tonto" pensó "¿no sabes decir otra cosa?"
-Ya... hip- Seguía hipando- he... perdón, es que...- Estaba muy nervioso y se maldijo a si mismo por su forma de actuar ante esa situación.
-Oye mira, si no me vas a decir nada, va a ser mejor que te calles.
-Vale... he, pues, he, ¿me puedes devolver la manta?- No quiso decir eso, pero no hubo más remedio, ya lo había dicho, no pudo agarrar de nuevo las palabras, tragárselas y hacer como si no hubiese pasado nada, lo que sí se iba a tragar era la contestación de ella.
-¿Es tuya? ¿para que me la pusiste por encima? ¿no te has preguntado que tal vez quisiera morir de frío?- se le congeló la sangre en las venas, el también tenía ganas de morirse en aquél momento. De pronto Diana le tiró la manta, le dio la espalda y se dirigió de vuelta a su casa sin despedirse de nadie y llorando como lloró el cielo aquella tarde sobre ella.

El tampoco se lo dudó dos veces y se fue hacia su casa sin decírselo ha nadie.

Metió la llave en la cerradura a la primera, parecía que ya se le había pasado los efectos del alcohol, el golpe que le dio Diana fue mucho más duro. Lo único en lo que pensaba era en irse a la cama y que cuando despertase nada de eso hubiera pasado. "Bueno, al menos ahora la puedo poner un nombre a aquella chica" se intentó animar. No funcionó. Sin saludar a sus padres se dirigió a su habitación, y allí echó todo lo que durante semanas y, sobre todo, aquél día llevaba acumulado dentro de su corazón.