domingo, 6 de marzo de 2011

Capítulo 17


[][][]Un buen día te pones a pensar lo mucho que te ha cambiado la vida por un cabrón que te la destroza sin ni siquiera preguntarte cómo quieres vivir tu propia vida.[][][]

Ya no tenía el amor como objetivo en su vida. Desde muy pequeña había perdido toda ilusión de vivir y mucho más de amar. Hace mucho que había dejado de ser una niña. Perdió su infancia de un día para otro sin ni siquiera pedirlo.

Verónica nunca tuvo una infancia fácil. Su familia solo tenía dinero para comer y poco más. Vivía en un barrio poco agradable, a cada calle que recorría encontraba jeringuillas tiradas por el suelo, a cada esquina por la que giraba descubría una mujer distinta con ropaje ligero y acomodado, por eso su madre no la dejaba salir mucho de su casa. La mayor parte del tiempo permanecía en su habitación o sentada en el pupitre de la clase del colegio donde iba.

Ella apenas tendría nueve años cuando perdió toda conciencia de lo que es divertirse, y de lo que es ser niña. Solo nueve años. Inocente. No sabía nada de la vida. Se encontraba en casa día y noche, excepto cuando iba al colegio. Muerta de envidia al ver a otros chicos y chicas jugando en el patio, mientras ella solo miraba sin entrar en juego, simplemente porque no le apetecía. A Verónica solo le apetecía comer el almuerzo para tener fuerzas para continuar el día con una energía aceptable. Ella apenas tenía muñecas con las que jugar. Su familia no tenía mucho dinero, casi no tenían dinero, ni siquiera, para comer. Todos los días iba a la habitación de su hermana, que tenía trece años, a pedirla que jugaran al veo veo o a las palabras encadenadas o a cualquier otro juego que no necesitase de fichas, tableros o tecnología. Su hermana siempre le decía que no, que esos juegos eran para críos pequeños y no para ella.

Verónica se fijaba siempre en su hermana mayor como un ídolo a seguir. Ya sabía que su hermana no iba a jugar con ella por ser demasiado pequeña.

Un día pilló a su hermana con un chico que era algo mayor que ella despidiéndose en el portal. Se abrazaban. Se besaban en la boca. Se tocaban. Cuando entró por la puerta de su casa le preguntó por ese chico:

-Hermanita... ¿quién es el chico con el que estabas en el portal- Preguntó interesada.
-Pues veras... ese chico se llama Adrián y es mi novio, pero me tienes que prometer que no se lo dirás a nadie. Será un secreto entre tú y yo.
-Por supuesto,- Aseguró- lo prometo. Pero, ¿que estabais haciendo?
-Pues... estábamos jugando a comprobar quién se quiere más.
-¿Quién ganó?- Su hermana soltó una pequeña risita por lo bajo, Verónica no entendió por qué.
-Yo, como siempre.
-¿Puedo jugar contigo?
-No Verónica, aun eres muy pequeña- Le alborotó el pelo y después la abrazó- pero que sepas que te quiero.
-Yo también hermanita.

Verónica vivía con su madre, el novio de su madre y con su hermana. Su madre, la mayor parte del tiempo la pasaba fuera de su casa. El novio de su madre tampoco se pasaba mucho por su lugar de residencia, y cuando venía, venía bebido y oliendo a alcohol. Su hermana nunca le llamaba por su nombre, casi ni le llamaba, mas no se llevaban muy bien.

Un día en el que el novio de su madre decidió no irse de bares, su hermana vino con un chupetón en el cuello y no se esperó que su padrastro se encontrase dentro de casa y le vio el chupetón.

-¿Y eso que es?- Dijo su padrastro aspecto de enfado.
-No es nada, me dejas pasar.
-¡No tienes edad para tener novio!- Tenía los ojos fuera de sus órbitas.
-¡Tú no me puedes decir nada! ¡Tú no me puedes controlar! ¡No eres mi padre!
-¡Claro que no soy vuestro padre! y dad gracias al cielo ¡Si fuera vuestro padre estaríais las dos en el cementerio!

Verónica se encontraba cerca y su padrastro las miró a ambas y cuando se fue paso rozándola con violencia en dirección al salón.

Y así terminó la conversación. Su hermana se encerró de un portazo en su habitación, Juan se fue al salón a ver la televisión y Verónica, presente en toda la discusión, se quedó clavada en el sitio sin saber lo que hacer. Finalmente se retiró a su cuarto. Él siempre decía que vivían bajo el mismo techo, pero que ellas nunca serían sus hijas y que por tanto nunca las llegaría a poner la mano encima.

La tensión dentro de la casa por lo sucedido fue en aumento. Su hermana y el novio de su madre se llegaron a no hablar y su hermana, a petición de su padrastro, fue castigada por su madre sin salir, ni siquiera para ir al instituto. La mayor parte del tiempo se lo pasaba entre las cuatro paredes de su habitación.

Ese mismo día su madre llegó más tarde de lo normal. Ella estaba dormida profundamente y su hermana también, esa noche quería dormir a gusto y tranquila, pero más bien aquella luna llena del oscuro cielo pronosticaba todo lo contrario. Eran las tres de la madrugada y Verónica despertó tras el estruendo del portazo que tuvo lugar en la habitación de su madre donde, a pesar, de tener la puerta cerrada se les oía discutir.

-¡Vuelves a las tres de la mañana, te espero en la cama y después no tienes tiempo para mí!
-¡No es razón para que todos los días vengas ciego de alcohol, con una cogorza considerable y mis hijas lo tengan que estar viendo!

Un sonido de piel con piel y al instante un grito ahogado y agónico. Después siguieron las voces de reproche de su padrastro:

-¡Pues las encierras! ¡A mí tampoco me apetece para nada verlas a ellas, no son mis hijas! ¡Demasiado que vivo en el mismo lugar que ellas! ¡Por lo único que estoy aquí viviendo es por ti y eso que muchas veces te encuentras por ahí vendiéndote! ¡Vete con tus hijas a los callejones por donde patrullas todas las noches y déjalas allí trabajando!

La puerta de la habitación de abrió violentamente, Verónica y su hermana estaban al tanto de lo que pasaba y escucharon los pasos aproximándose de su madre a su habitación.

-¡Y tú no vuelvas hasta que no hayas encontrado otro trabajo!

La puerta de la habitación se abrió y bajo el umbral apareció su madre con media cara roja y un ojo medio morado diciendo que se levantasen, que se iban. Agarró a sus dos hijas, a cada una de una mano y las dirigió al exterior del edificio. Verónica, ya fuera de casa empezó a hacer preguntar:

-¿Adónde nos dirigimos?
-Vamos a intentar encontrar una comisaría abierta.

Después de estar alrededor de una hora andando su madre se paró en uno de los bancos del parque que se encontraba cerca a su casa. Ella se sentó en el suelo e hizo que Verónica y su hermana se tumbaran en el banco. Se quitó su abrigo y lo puso por encima de sus hijas.

-Dormid- Dijo con voz dulce y desganada.
-Mamá, ¿por qué dijo que te vendías?

Verónica. Inocente. Pequeña.

-No lo comprenderías, aún eres una niña. Ahora duerme y no piense en eso- Su madre lo dijo mirando de reojo a su hermana.- Mañana volveremos a casa.

Esa "niña" sabía lo que había pasado. Su padrastro la había pegado y su madre iba a denunciarlo, pero se encontró con las puertas de todas las comisarías cerradas a cal y canto, y por lo tanto tuvieron que quedarse a dormir en aquel parque durante toda la noche.

Cuando despertaron, su madre ya estaba despierta, parecía cansada, como si no hubiese dormido en toda la noche. Las hizo levantarse y se empezaron a alejar del parque hacia su casa, pareció haberse arrepentido de denunciar la agresión. Llegaron a casa, su padrastro ya no se encontraba en casa y en el momento en el que entraron su madre se despidió de ellas y se marchó nuevamente a la calle.

-¿A dónde te vas, mami?
-A traer algo de comida a estos cimientos.- Terminó de hablar con Verónica y se dirigió a su hermana- Tú, vete a tu habitación dentro de poco vendrá vuestro padrastro.

Estaba a punto de apagarse ese sol amargo que lucía en el horizonte para dar paso a un cielo sangriento de mal agüero. Era un sol que parecía ser feliz, pero que con él llegaría el día más triste de la vida de Verónica, que más tarde recordaría para toda la eternidad con mucho dolor, sufrimiento, de noches de llorar a solas, sola en su habitación y días en silencio por vergüenza y por miedo a hacerse más daño aún del que ya le habían hecho.

Su padrastro había decidido disfrutar del día dentro de casa viendo la televisión. Llegó sobre las tres de la tarde y desde entonces no a salido del salón, donde Verónica se encontraba. A Verónica le agradó mucho la presencia de su padrastro aquel día, porque en los anuncios se ponían a jugar. Su hermana se encontraba aun en su, ahora, desordenada habitación encerrada, se encontraba escuchando música o hablando por teléfono. Deberían ser las nueve. Verónica y su padrastro estaban sentados en el sofá viendo Tom y Jerry. El novio de su madre se había tomado unas pocas copas de más, pero a Verónica ese día no le importaba demasiado, ya que su padrastro ese día no se había portado del todo mal con ella. Y ahí empezó todo, en un sofá frío del que no volvería a querer saber nada de él, con su hermana encerrada en su habitación haciendo vete-a-saber-qué, con su padrastro sentado a su lado con alguna que otra copa de más, con los últimos lloros de sol rojizo entrando por la ventana del salón y viendo unos dibujos animados que más tarde renegaría haberlos visto algún día. Su padrastro respiró. Verónica resopló. Su padrastro la miró. Verónica bostezó.

-Verónica, ¿tú me quieres?- La pregunta le vino a Verónica de improvisto.
-Sí.- Ese día le quería muchísimo, porque había estado todo el día jugando con ella y viendo la televisión juntos.
-¿Pero, me quieres como padre?
-Sí.

Su padrastro apagó la televisión, pero Verónica ya hacía tiempo que había dejado de hacerle caso a los dibujos que echaban por ella. El novio de su madre hizo que la mirase sosteniéndola el mentón. Verónica le miró directamente a los ojos. Él cogió su vaso de Ron que se encontraba encima del reposabrazos y se lo terminó de un trago.

-Me puedes llamar papá si quieres.
-Vale, papá.
-Llamame papi, por favor.
-Vale, papi.

A su padre biológico de pequeña le llamaba papi y su padrastro lo sabía. No se habló más, pero la situación final no fue esa. Su padrastro se empezó a acercar a ella. Verónica empezaba a notar su respiración muy cerca de ella, como si la estuviese soplando al oído y se quedó quieta, no sabía cuál iba a ser el próximo movimiento de su padrastro, pero parecía que a Verónica le habían dado al "pause". Se había olvidado de moverse. Se había olvidado de respirar. Se había olvidado de hablar. Se había olvidado de preguntar. Se había olvidado de gritar. Se había olvidado de llorar. No sabía hacer nada. No sabía que hacer y se quedó congelada. Quieta. Sin gritar. Sin llorar. Quedó a las expectativas de lo que hiciera el novio de su madre. Sin esperarlo notó una boca deseosa con una respiración agitada en frente de la suya. Su mano se introdujo por debajo del camisón que portaba en esos momentos Verónica, notaba cómo sus manos callosas iban subiendo poco a poco sin detenerse en ningún tramo hasta llegar a sus pequeños pechos aun sin formar, también notó cómo su padrastro cuidadosamente la iba desnudando sin que ella pudiera reaccionar. Él tocó su cuerpecito infantil de forma impura, maliciosa y con las claras expectativas de hacer daño eterno. La cosa no quedó ahí. Él la obligó a tocarle también. Verónica sabía que eso no podía ser un juego, porque no le gustaba. Quiso gritar y no pudo. Quiso llorar y no pudo. Quiso deshacerse de su padrastro y le fue imposible moverse.

Un cuerpo de nueve años desnudo ante la atenta mirada llena de ansia de un hombre malvado. Una infancia destruida, encerrada bajo sus propios escombros. Una infancia rota por la avaricia de un hombre. Una infancia sin base, pero que quería crecer y ser feliz sin que nadie se opusiera a ello.

La situación se repitió durante muchos días hasta que Verónica no lo soportó más, discutió con su madre y se fue a vivir con su abuela con su sufrimiento escondido tras unos labios sellados a prueba de bombas.

Ahora Verónica odia a los hombres y los utiliza de quita y pon, le da ídem que sientan algo por ella que no, le da igual que sean huérfano que adoptados, con experiencia o sin ella. Verónica no ha llegado nunca a estar enamorada, no sabe lo que es eso.

Al cabo de un año del suceso, Verónica descubrió que su madre trabajaba de prostituta. No pasaron ni dos meses en casa de su abuela, cuando una noche en la que no podía dormir porque le vinieron recuerdos del pasado, Verónica se metió en su habitación cogió un cuter y se intentó suicidar.

Verónica a los nueve años dejó de ser niña, dejó de ser niña a la fuerza, fue obligada a no ser niña, fue condenada a no tener infancia por el delito de querer jugar.

martes, 4 de enero de 2011

Capítulo 16


[][][]Un clavo saca a otro clavo. Normalmente se elige la opción más próxima y sencilla. En esta ocasión no es distinto. El amor es una cosa de dos, si uno no quiere querer el ser humano tiende a intentar evadir el amor no correspondido y buscar otro para corresponderlo.[][][]

No podía ser real, con todo lo que ha luchado por no ser de hielo y ahora tiene que esconder de nuevo sus sentimientos. Recordaba el día que se declaró a Diana con mucha claridad, también recordaba todas las semanas que vinieron después, todas las horas, recordaba todo el verano que pudo haber disfrutado con ella y no disfrutó por no estar con ella. Fingía estar alegre, como si nada hubiese pasado, pero al llegar a su casa se desahogaba. Tenía muchas ganas de volverla a decir todo lo que la quería, aun que sabía que no debía hacerlo. Fingía haberse olvidado de todo, fingió no sentir nada más ya por ella aparte de amistad.

Hace tres meses, más o menos, cuando se declaró, tenía miedo a que le rechazase, pero nunca pensó que lo hiciera de verdad. Pensaba que podría haberle dado una oportunidad, que al final no fue. No pensó que le pudiese rechazar sin ninguna razón, solo con la escusa de no estar preparada, solo con la buena imagen de pedirle disculpas por rechazar su oferta. La odiaba por no haber aceptado a salir con él, pero no podía enfadarse con ella, tampoco lo odiaba, en realidad lo que le pasaba era que no encontraba razones para haberle dicho que no, aun que tampoco se las pedía, tampoco quería remover el pasado.

-¡Germán! Resume a la clase el texto que acabo de leer- Era Casilda, la profesora de sociales.

Casilda era una profesora que no estaba por encima de los sesenta años, pero que los aparentaba. Daba clase de ciencias sociales a todos los alumnos de la ESO. No era la profesora que peor le caía, pero tampoco le tenía simpatía, simplemente era una profesora más. Tenía un pelo rizado y teñido de castaño para que no se le notase las canas que pretendía esconder. Estaba llena de arrugas por todas partes y por la estrechez de sus brazos no parecía tener demasiada fuerza.

En esos momentos no estaba atendiendo a las explicaciones de Casilda, estaba a otras cosas. Diana se sentaba justo delante suyo. Ella era la nueva de clase. Durante el verano le explicó que iría a ser nueva en un colegio que, casualmente, era el suyo, le dijo que venía de vez en cuando por esa zona, que antes estaba en otro centro donde, desde muy pequeña, conocía a su mejor amiga: Gema. Gema se quedó en aquél instituto y ella se mudó a un nuevo chalet, y con él se trasladó a otro centro.

No sabía ni por donde se llegaban. Se dio cuenta que no encontraba en la misma página que sus compañeros.

-Veinticinco- Le susurró Juan al verle perdido.

Juan, su mejor amigo, se encontraba en su misma clase, aun que se conocieron en un pequeño pueblo cacereño que compartieron durante un par de años. Por fortuna se trasladaron casi en el acto ambos al mediterráneo. Los padres de ambos, sabiéndose de su amistad, hicieron que coincidiesen en el mismo colegio y clase. Juan siempre llevaba una ropa una o dos tallas por encima de la que debería y una gorra de medio lado que a la entrada de clase el director se encargaba de confiscarle hasta su salida.

-La próxima vez estate más atento en clase o me veré obligada a echarte de esta- Concluyó desesperada y dándose por vencida.

En esos momentos sonó la campana que invitaba a los alumnos de la ESO a salir al recreo. Los alumnos de su curso: cuarto, tenían dos opciones, podían salir al patio o dirigirse a la calle. Todos salimos a la velocidad del rayo de clase sin atender a los últimos deseos para el fin de semana de la profesora.

Ya llevaba dos semanas de clases con deberes atrasados y con clases perdidas. No era un chico muy puntual y últimamente se había convertido en un vago redomado. A tales circunstancias llegó que su tutora no tuvo más opción que castigarle ese día sin salir del recinto, así que en esa ocasión se despidió de sus amigos en la puerta a la libertad y se dirigió al patio, allí se encontraba una cancha donde solían jugar al baloncesto, en ocasiones que tenían balón, los alumnos de tercero, aun que también dejaban jugar a la gente que lo desease. Germán decidió preguntar si él podía jugar. Al tener más edad que cualquiera de los que había en la pista le pusieron en el equipo de los que, por estadística, siempre perdía. Se dio cuenta de que no echaron a dedos, si no que ya tenían un equipo establecido, a él le pareció que era el curso de tercero A contra el B, pero no quiso apostar nada porque también había chicos de otros cursos inferiores. Encontró equipos mixtos en ambos lados de la cancha.

-Hola.

Le hablaron desde atrás, era una voz femenina, dulce y suave, aquella voz le resultaba muy familiar. Giró sobre sus talones para ponerse de cara a su interlocutora. Su voz parecía sonarle, pero, por el contrario, no se acordaba de haberla visto antes en ningún otro lugar. Era rubia, de ojos azul claros, parecía tener unos quince años y tenía una carita angelical. Ella era muy sexy, aun teniendo el uniforme del colegio puesto. Vestía con un pantalón negro de tela y una camiseta de manga larga azul marina. El sol reflejaba en su pelo y brillaba en el cielo despejado.

-Hola- Contestó.
-¿Me recuerdas?- Al ver su expresión decidió contestar antes de que respondiese- Te llamé hace unos meses para preguntarte si podías quedar.
-¡Ah! ¡Verónica! ¿Cómo estas?
-Bien.

Se saludaron con dos besos.

-¿Eres nueva en este colegio?
-Soy nueva en esta ciudad.

Un chico de su equipo le llamó la atención para que fuese al centro a saltar, ya que era el más alto. Él accedió sin replicar. Quien tiró hacia arriba el balón era una chica de pelo castaño que jugaba con el otro equipo. Parecía ser muy pequeña, él creía que era del primer o segundo curso. Se le quedó mirando, se sonrojó, sonrió, bajo la vista y lanzó el balón. Lo lanzó muy bien, ajustado al centro y alto, muy alto. Para cuando bajó no se lo esperaba, saltó tarde y perdió el balón, pero siguió luchando por tener la posesión del balón y rectificar su error. Finalmente consiguió recuperar la pelota, pero tenía mucho campo por delante y nadie bajaba a ayudarle. Decidió seguir adelante. Regateó a uno, a dos, de la forma más simple y, con una finta, a un tercero, no pudo regatear a nadie más, de modo que tiró a canasta, rebotó en el aro y callo al suelo. Intentó coger el rebote, pero lo tuvo imposible.

-¡Bien hecho! pero me podrías haber pasado.

Era Verónica, que le estaba gritando desde un poco más atrás de donde estaba en esos momentos. No se había percatado de que se encontraba allí, le pidió disculpas con un gesto de mano y fue en sprint hasta donde en esos momentos estaba la pelota. Intentó recuperar el esférico por todos los medios, pero no lo consiguió y el otro equipo logró encestar la pelota de baloncesto.

En la siguiente jugada se quedó atrás porque estaba exhausto, pero logro reponerse pronto y cuando el otro equipo la recuperó de nuevo, él corrió a robarle la posesión a quien la tenía. En esta ocasión lo consiguió. Esta vez, en lugar de ir corriendo y regateando a la gente, miró a quién tenía para apoyarse y pasar el balón. Encontró a Verónica a la altura del centro del campo que le apremiaba para que la pasase. Lo hizo, la pelota dio un bote antes de llegar hasta ella. Cuando llego hasta ella, no pudo evitar ver como cogió la pelota ni como esta se estrelló en sus pechos haciéndolos botar levemente. Verónica cogió la pelota y parecía que se disponía a lanzar desde allí, se puso en posición de lanzamiento y tiró a canasta. Fue volando hacia su objetivo, chocó en el recuadro del tablero y se metió. Él no se lo pudo creer. Al ver como el resto del equipo se dirigía a felicitar a la chica, él no fue para menos y también fue a felicitarla. Ella al verle caminar en su dirección dio dos pasos firmes al frente y, para sorpresa del chico, lo abrazó con fuerza.

Hace un rato que estaba pensando el pedirle salir. Ella parecía estar muy pendiente de él y a lo mejor... sí, ¿por qué no? No puede vivir para siempre con un amor no correspondido y ¿qué mejor método para olvidarse de lo que siente abriendo ese sentimiento a otra persona?

-¿Verónica?- Se soltó de sus brazos- ¿Puedo preguntarte algo?
-Claro.
-¿Quieres salir conmigo?- La pregunta fue clara y directa, sin opción a un mal entendido.
-Pero ¿salir... salir?- Parecía sorprendida e ilusionada.
-Sí, como pareja.- Hizo una pausa- ¿El sábado te viene bien?
-Sí. Perfecto. Eh... Bien.- Contesto aún con la sorpresa en el cuerpo y el corazón latiéndole a mil por hora- ¿Dónde y cuándo?- Parecí muy nerviosa.
-¿Te parece bien en el cine Las Velas a las seis?
-Sí. Perfecto- Hablaba deprisa.

Sonó el timbre nuevamente como aviso a todos los alumnos para que regresasen a sus clases.

-Bueno... debo subir a mi clase. Hasta entonces.- Se despidió.
-Sí. Claro. Hasta la vista.

Por un momento se olvidó de sus amigos. También se olvido, por una fracción de segundo, de lo que sentía hacia otra persona. Una persona que se hacía pasar por una amiga suya, pero que el intentaba lograr que fuese algo más. Sabía que lo mejor para todos era olvidar lo que sentía por ella, y no vio mejor opción que empezar a salir con otra chica. Él lo tenía claro. Germán solo estaba enamorado de Diana, pero ¿quién sabe si dentro de unos días olvida ese pequeño detalle? Ahora lo que tendría que pretender es hacer creer a sus amigos, a ella, a Verónica y a sí mismo era que solo estaba enamorado de Verónica y de nadie más. Tampoco era tan difícil, ¿no había hecho creer en esos meses que lo único que sentía hacia Diana era amistad? ¿qué tendría de especial hacer creer que quería a otra persona? Lo que él no sabía eran las consecuencias que llevaría el haber tomado esa decisión.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Capítulo 15


[][][]Nunca sabes que piedras se te pondrán en el camino. Nunca sabes como ni cuando terminará tu vida, así que haz de cada momento que vivas el mejor de tu vida.[][][]

Un mes de enero de hace aproximadamente diez años, cuando todos los alumnos de primero de primaria regresaron de sus vacaciones de navidad con sus regalos, un chico nuevo se disponía ha empezar ese año, como novato, en aquel colegio en el que ella estaba.

Diana se llevaba muy bien con casi todo el mundo (siempre había excepciones), tenía su grupo de amigas y era popular. Pero, a diferencia de muchas otras, no se lo tenía creído. Diana ya desde primaria apuntaba maneras, era atractiva, femenina y seductora. Era una chica sencilla, que buscaba y daba cariño y comprensión. Una chica afectiva, simpática y que se dejaba querer por cualquiera que se lo mereciera.

El chico nuevo, nada más llegar, se ganó el respeto de toda la clase excepto de Diana, que le parecía el típico chico que alardeaba mucho sobre todo y luego no sabía ni tenía nada de lo que decía. Pero un día en un mes de marzo, la profesora le ordeno que se pudieran por parejas tal y como ella indicase. Andrés, que así se llamaba el novato de la clase, le toco con Diana. A Diana, al terminar la clase, le resultó un chico simpático, y a partir de entonces Diana y Andrés junto con Gema fueron grandes amigos. Se lo contaban todo entre ellos. Diana, Gema y Andrés era el grupo de amigos más envidiado por todo el colegio. Nunca se dirigían una palabra más alta que la otra, casi nunca tenían una discusión lo suficientemente fuerte como para acabar con una amistad tan sólida como la suya, todos los problemas los solucionaban hablando entre ellos. En fin, unos amigos de los de verdad y para toda la vida.

Un mal día, Diana con ya con doce años, en su casa, estaba tranquilamente jugando con su ordenado, en minijuegos, en un juego para varios jugadores, una persona desconocida le envió un mensaje privado, solo para ella, solo lo podía leer ella, esta lo abrió.

"Hola, ¿eres chico o chica?"
"Chica, ¿tú?"
"Yo soy un chico. ¿y cómo te llamas?"
"Diana."
"Un nombre muy bonito, encantado."

Aunque a Diana le hubiese fastidiado que le hablase por privado, no le cayó especialmente mal, parecía simpático. Había dicho que su nombre era muy bonito.

"¿Cuántos años tienes?"
"doce."
"¡Anda!, casi igual que yo. Tengo trece."

Y encima tenía casi los mismos años que ella. ¡Podrían llegar a ser amigos!

"¿De dónde eres?"
"De Murcia, vivo en los Alcázares, ¿y tú?"
"Pues te vas ha sorprender, pero soy de la misma zona."

Pues sí, a Diana le sorprendió bastante que viviesen los dos en los Alcázares y ni tan siquiera le conociese de vista.

"¿Tienes MSN?"
"¿Lo quieres?"
"Sí. Más que nada para seguir hablando."
"DAG_diana_3@hotmail.com"
"Vale, gracias, ¿podríamos seguir esta conversación por el MSN?"
"Claro"
"De acuerdo. Te agrego."

El juego ya le importaba poco, no le hacía caso, estaba más pendiente de lo que aquel chico hablaba con ella. Por eso cerró la página de minijuegos y se conectó al MSN. Nada más abrirlo, le apareció un recuadro, el cual anunciaba que alguien la había agregado y que si ella también aceptaba ese nuevo contacto en su MSN. Dio a aceptar. Se colocó como visible y empezó ha hablar primero ella.

"Me caes bien."
"¿Si?"
"Sí. ¿Quieres que seamos amigos?"
"Como quieras. ¿Tienes cam?"
"Sí, pero tengo que enchufarla."
"Es que quiero ver como eres de guapa."
"Ya está conectada."

Le envió la invitación a la cam y esperó a que aceptase. Aceptó. Solo se abrió una ventana, la suya. Esto le sorprendió.

"¿Por qué no sale tu ventanilla para poder verte yo también?"
"Es que no tengo cam."
"Ah..."
"Piensas en lo que quieres ser de mayor."
"No, nunca lo he pensado."
"Podrías ser modelo ¿sabes? Eres muy guapa."
"Gracias."
"Tengo una idea: posa para mí y yo te puedo hacer modelo."

Que majo era aquel chico. La decía que era guapa y que podría ser modelo si poso para él. ¿Se podía ser modelo a una edad tan temprana?

"¿Y cómo quieres que pose?"

La fue explicando como ponerse. Primero de frente. De perfil. De espaldas. Luego la convenció para ponerse en ropa interior diciéndola que era así como las modelos salían a las pasarelas de Madrid. Diana se lo creyó, porque en los telediarios, a veces veía ganadoras de desfiles, que eran muy jóvenes y que iban en ropa interior, así que le hizo caso.

"Perfecta."
"Gracias. Oye ¿me puedo poner ya la ropa? esto me da un poco de vergüenza y si vienen mis padres..."
"Una última petición: desnudate."

Esa palabra ya no le gustaba tanto, pero cuanto antes terminase, menos opción tenia de que sus padres la vieran así en la habitación. Sin discutir, se quitó el sujetador y lentamente también las braguillas. Bajó la cabeza, le daba mucha vergüenza y se había puesto muy roja.

"No te avergüences de ser tan guapa."

Esas palabras escritas en la pantalla de su ordenador la animaron mucho y se puso a desfilar por su habitación tal y como ya la dijo.

"Bueno me tengo que ir. Mañana te conectas y te digo que tal ha salido el tema."
"De acuerdo, mañana intentaré conectarme."

Él se desconectó primero. Diana se quedó desnuda delante del ordenaron durante unos segundos pensando en lo que había pasado y que, al día siguiente, le contaría a Gema y Andrés que iba a ser una modelo famosa. Poco después se vistió. No les dijo nada a sus padres.

Al día siguiente le contó a sus amigos lo que ocurrió. Se ahorró el contarles que la ordenó ponerse en ropa interior y desnudarse. Se limitó a contarles que un chico la estaba intentando ayudarla a ser una gran modelo profesional. Al finalizar las clases la desearon suerte y quedaron en que al próximo día les contaría, a Andrés y Gema, que tal le iría.

Cuando llegó a casa sus padres no se encontraban en ella. Casi no los veía en ningún momento. Pero ya estaba acostumbrada, así que no le importó demasiado. Encendió el ordenador y se conectó al MSN. Allí estaba.

"Hola."
"Hola. ¿Qué pasa con lo de ser modelo?"
"¿Quién ha dicho que vallas a ser modelo?"
"Me lo dijiste tu ayer."
"Yo no he dicho nada. Quiero que te desnudes de nuevo."

No le apetecía desnudarse. No quería desnudarse para él. Había roto una promesa que le hizo el día anterior y enzima quería que se desnudase de nuevo para él.

"No."
"Tengo fotos tuyas. Las puedo colgar en Internet, y las verán tus padres y amigos."

No quería que nadie se enterara de lo que pasó el día anterior en su habitación. Aquel chico ya no le caía bien, la estaba chantajeando, pero no quería que lo supiera nadie. Se le entumecieron los ojos y se la pusieron rojos.

"No llores. Eres muy guapa para ello. Tranquila, nadie más sabrá de esto, solo yo."

Poco a poco se empezó a desnudar hasta quedarse completamente desnuda, luego desfiló nuevamente por su habitación tal y como él le dijo ayer. Al cabo de media hora este sujeto se desconectó dejando a Diana sin ropa y totalmente destrozada por dentro. No había parado de llorar, pero parecía que al chico no le importaba lo más mínimo. Esa noche no pudo dormir ni un solo minuto.

Al siguiente día no tuvo más remedio que ir al colegio, aun que ella no tenía demasiadas ganas de ir. En la puerta se encontró con Gema y Andrés.

-Hola.- Dijo Gema.- ¿Qué tal vas con lo de ser modelo famosa?
-Bien.- Contestó desganada.
-Oye, no tienes buena cara. ¿Qué pasa algo?- Preguntó Andrés.
-¡No me pasa nada!

Nada más lo dijo se fue corriendo hacia el interior del colegio y llorando a moco tendido. Quería contarles todo lo sucedido, pero no podía y eso le daba mucha impotencia. Durante todo el día estuvo ensimismada, con la cabeza en otro sitio. No atendió a ninguna de las clases. No habló con nadie. Tampoco le dirigió la palabra a ninguno de sus amigos en toda la mañana ni se atrevió a mirarles a la cara. Cuando terminó el colegio, Diana, se fue deprisa del centro, sin detenerse para hablar con nadie y sin despedirse de Gema y Andrés. Iba de camino a su casa con paso ligero, porque no quería pararse. Iba medio llorando.

-¡Espera!- Era Andrés. La estaba siguiendo.- ¡Espera!

Se dirigía a toda velocidad hacia ella, y Diana apresuró más aun el paso. Pero al final la logró alcanzar y la agarró de un brazo para que frenase.

-¡Suéltame!

Con un ágil, pero desganado gesto del brazo se desembarazó de Andrés. Este la siguió.

-Ey... ¿Qué te pasa?
-Nada.
-¿Es por mí? ¿Te he hecho algo que te haya enfadado?
-No, no es por ti.

No aguantó por más rato, se derrumbó en el suelo y empezó ha llorar. Andrés se arrodilló a su lado y la abrazó en modo de protección.

-No es por ti.- Repitió Diana.
-Dime lo que te pasa...
-No quiero que sufras.
-Ya estoy sufriendo.- Replicó.

Diana le contó todo lo que pasó realmente con el caso de ser modelo. Se lo contó todo, no se dejó nada. En ningún momento de la conversación paró de llorar. Cuando finalizó de contar la historia le rogó que no le contase nada a Gema.

-Vamos, tenemos que denunciarlo.
-¡No! Por favor.
-De acuerdo, como quieras. Tranquila. haré todo lo que esté en mis manos.

Así fue, Andrés la ayudó en todo lo que pudo. Haciendo caso a las peticiones de Diana, Andrés no le dijo nada a nadie.

Al cabo de dos meses ya lo tenía casi superado. Ella hizo caso de todas las recomendaciones que su amigo le hacía para olvidarse del tema. Diana no volvió a hablar con aquel chico. Le borro de sus contactos en el MSN. Andrés la acompañaba todos los días hasta su casa en modo de protección. La estaba ayudando mucho más de lo que pensaba. No se lo contó ni siquiera a Gema. A veces se ponía a echar maldiciones por lo bajo a la persona que le hizo eso a su amiga.

Un día iban hablando animadamente de camino a su casa, con la vestimenta de verano. Estaban hablando sobre como pasarían ese año las vacaciones de verano. Todo ocurrió muy rápido. Andrés se despistó con una tienda de repostería que acababan de abrir. Sin darse cuenta se puso a cruzar un semáforo que estaba en rojo. A Diana no le dio tiempo a cogerle del brazo antes de que un coche le atropellase. El vehículo se dio a la fuga. Ella se dirigió a toda prisa a socorrerle. Se le empañaron los ojos, pero tuvo voz para pedir ayuda. Nadie se paraba, todo el mundo pasaba por allí haciendo caso omiso a la situación. Un señor la cogió del hombro y la levanto preguntándola algo que ni siquiera pudo escuchar. No hizo falta, en cuanto vio al chico tirado en la carretera se llevó la mano al bolsillo y se acurrucó a su lado. Diana se fue a la acera, pero no logró hacer nada más. Para ella la ambulancia tardo demasiado y cuando subieron a Andrés a ella Diana suplicó por todos los medios ir con él, pero no la dejaron subir. Envuelta en lágrimas se dirigió a casa de Gema a contarle lo que le había pasado a Andrés. Decidieron ir en ese mismo momento a la UVI para saber que le había pasado. Cuando llegaron las dijeron que el chico había muerto en la ambulancia. Para Diana fue como abrir una herida aun no curada. Él era el único que sabía lo que había pasado con el MSN. El único que la había ayudado a superarlo. Fue como morirse con él. Diana no volvió a levantar cabeza. Los padres de Andrés nunca la perdonaron lo que pasó con su hijo. Diana tampoco se lo llegó a perdonar. Nunca le contó ha Gema lo que sucedió realmente en el MSN ni que pasó con el tema de "ser modelo". Desde aquel momento jamás volvió a ser la misma.

Capítulo 14


¿Qué le diría cuando le viese? lo primero disculparse, de eso estaba segura. ¿Y si él le decía todo lo que sentía? ¿qué le diría? No estaba preparada para otra relación con nadie, solo acababa de salir de una realidad relativa que ella misma se había atribuido a si misma sin saber que esa no era la realidad que tenía que seguir.

No quiere hacer daño a nadie más, pero si Germán le dijera a ella todo lo que él siente por dentro no tendría más remedio que hacerlo. Aun que hace años que sucedió, sigue estando muy presente en su corazón y no está muy segura de que esté preparada para nada más que para ser amiga de aquel chico.

Gema estuvo esperando durante mucho tiempo, pensó en muchas cosas de las que hizo, también de las que no hizo y pudo llegar ha hacer, de todo ello se arrepentía, ¿habría solución? De momento había una cosa que podía solucionar con solo disculparse, pero ¿el chico se conformaría con solo eso?

Espero durante una hora aproximadamente, pero no se cansó. Su amiga tenía razón: debía regresar a la vida para recordar todo lo que arriesgó por ella. Al final vio acercarse poco a poco a Germán por la esquina de una casa, que supuso que era la suya.

Él se iba acercando con aparente calma y ella le vio acercarse también con una calma aparente, porque no sabía lo que decirle. Pedirle disculpas, eso estaba claro, pero después ¿qué? ¿qué pasaría? ¿qué le diría él? estaba muy nerviosa, no le importaría ser amigo de Germán y relacionarse con gente nueva, pero ¿y si se le declaraba? ¿qué diría? ¿le diría que no puede ser? ¿le contaría el por qué no puede ser? Germán se merecía una explicación, pero no estaba dispuesta ha abrir una herida que había empezado ha cerrar en el momento en el que llamó su amiga.

Ya estaba en frente suyo, imaginaba que no se atrevería ha hablar primero y empezó ella misma con la conversación.

- Hola, lo siento, me parece que el otro día no nos presentamos como es debido.- Decidió empezar con tono irónico para intentar romper la tensión que hace unos pocos días ella provocó- Me llamo Diana.
- O-hola yo soy Germán.- se le notaba nervioso y tenso.
- Encantada.- Se acercó a darle dos besos para presentarse como es debido.
- O-oye, perdón por lo del otro día, no tenía derecho ha ponerte la manta por encima y mucho menos a pedírtela con tanta desfachatez.- No se lo podía creer, aquel chico se estaba disculpando por algo de lo que no tenía nada de culpa, pero aún le sorprendió más lo que le iba a decir y proponer a continuación- Verás, desde el día en que te conocí, me he estado preguntando por qué, después de lo que me hiciste, sigo pensando en ti.- Se sintió culpable por la última frase que pronunció. No tenía ningún derecho ha haberle tratado de tal manera el día que le conoció. Parecía que se había decidido ha declararse. ¿que sigue pensando en mí? buff... eso si que la agobiaba- Es porque te quiero, desde hace mucho.- la agobiaba de verdad- Quiero que estés siempre conmigo, que me des parte de tu cariño, no solo en mis sueños, tampoco quiero que formes parte de mi vida, quiero que sea la nuestra, quiero tenerte de verdad.

¿Ya lo había dicho todo? y ahora ¿qué hacía? Se muerde el labio inferior y piensa en lo próximo que va ha decir. ¿Pero en qué estaba pensando? lo primero que haría es disculparse por lo dicho y hecho aquella noche tan tormentosa.

- Perdoname tú a mí, he estado tan obsesa con mis problemas, que no he pensado que hay más personas con problemas. Por no pensar no he pensado ni tan siquiera en la posibilidad de que había más gente alrededor mío.- Comentó irónicamente para intentar quitarse tensión de encima, pero en vez de eso se puso más nerviosa pensando en lo próximo que iba ha decirle. Le iba a rechazar. Hizo una pequeña pausa, que a ella le pareció eterna. Se mordió nuevamente el labio, tomó aire y empezó ha parlar de la negativa a la negación de Germán- Y con respecto a que me quieres, eh... nunca me he planteado que nadie me quiera, eh... y no creo que yo te corresponda, eh... buff... no se, me siento agobiada.- Todo era verdad, nunca se ha planteado que ninguna persona se enamorase de ella de verdad.
- No te preocupes, tomate tu tiempo, puedo esperar un poco más.- Aquel chico era increíble. Habiéndole hecho todo lo que le había hecho y aún decía que podía esperar.

Saltó sobre su cuello y comenzó a llorar. Germán le había dado un tiempo para pensar y parecía estar dispuesto ha esperar hasta que tuviera una respuesta concreta. Ella no estaba dispuesta a empezar ninguna relación con nadie, pero no pretendía que Germán se quedase expectante a recibir una respuesta por su parte para al final decirle que no. Él correspondió a su abrazo y la apretó con todas sus fuerzas a su cuerpo. Llegó el momento de separarse. Se sentía a gusto con Germán y no quería que se alejase de ella, pero solo le quería como amigo. No estaba preparada y no pretendía prolongar el sufrimiento del chico por más tiempo.

- Lo siento Germán. No estoy preparada para una relación con nadie.

Le costó mucho pronunciar aquellas palabras, más por él que por ella, pero tenía que hacerlo, eso o tenerle sufriendo más tiempo del que debería. Se volvió ha lanzar a su regazo, pero este abrazo fue mas prolongado que el anterior.

- Lo siento, de veras.- Lo decía con sinceridad.
- No pasa nada.- A pesar de todo, no parecía tenerla rencor por nada.- Entonces, ¿amigos?

Se soltó de sus brazos para mirarle a los ojos. Le agradeció muchísimo que hubiese sido él el que pronunció esas palabras tan mágicas para ella, pero que a Germán, con toda seguridad, le afectaron bastante.

- No lo dudes.

martes, 7 de diciembre de 2010

Capítulo 13


A los cinco minutos de echarse sobre la cama para reanudar la partida que tenia con los sentimientos que tenía a flor de piel, alguien le llamó al móvil, Aquél día decidió coger las llamadas y enfrentarse a lo que le dijesen. Era su amigo. Decidió cogerlo.

- Sí que has tardado en cogerlo, ¿he?
- Es que no lo oí- Mintió, una mentira que no servía de nada, puesto que su amigo lo sabía todo y así fue como Juan se lo hizo saber a él.
- No es necesario que te disculpes, sé lo que te pasa- ¿Lo sabe?
- ¿Lo sabes?- ¿Qué sabía? ¿lo de Diana? no, no puede ser. ¿Tanto se le nota?
- Lo sé.- hizo una pequeña pausa- ¿Qué pasó el otro día cuando os presentamos?
- Nada importante, una gran estupidez mía.
- Pues deberías hablar con Diana y pedirla disculpas, está esperando ha hablar contigo.

No se lo podía creer, Diana no estaba allí por rutina, si no para hablar con él. Le dio un vuelco el corazón y a la vez se quería morir, había perdido un gran tiempo en llorarle a la almohada sin saber que Diana estaba en la orilla para hablar con él. Tampoco sabía que decirla, no tenía un discurso, no tenía un plan, en realidad nunca lo ha tenido, siempre se ha dejado guiar por lo que el corazón tenga que decir al respecto, pero en esa ocasión tenía miedo de quedarse como la última vez, sin palabras, mudo y tenía mucho miedo de que le rechazase.

- No, no puedo.
- ¿Por qué? tu estás coladito por ella- No era una pregunta, si no una afirmación.
- No,- Ala, una y otra vez contra la pared ¿por qué era tan tozudo?- seguro que me rechaza, no estoy seguro de que me vaya ha aceptar.
- El riesgo es fundamental para conseguir lo que uno se propone. Nunca se sabe. Nunca se está seguro. Pero uno se arriesga igual. La seguridad es para los que no aman lo suficiente.- ¿Hablaba por experiencia propia?- ¿Tú la amas?

¿La amaba? por supuesto, sin duda alguna. Si no ¿por qué ha estado llorando todos esos día, todas esas noches en vela? ¿por qué era ella el centro de sus pensamientos? Estaba completamente enamorado de ella.

- Sí, estoy completamente enamorado de ella, por eso mismo tengo miedo a que me rechace, por que si me rechaza me dolerá mucho.
- ¿Y no te duele ya?
- Sí, pero...- No sabía que replicar y agradeció que su amigo le interrumpiera para hablar.
- El no ya lo tienes. ¿No te das cuenta de que si te arriesgas puede que no lo consigas, pero si no te decides a decírselo no lo vas ha conseguir en la vida? amigo- Soltó un "ja" fuerte y forzado- esto es pura estadística, tienes el cincuenta por ciento de posibilidades de que te acepte, las mismas que tienes de que te rechace.- Notó que su amigo no decía nada y decidió dar por finalizada la llamada- Bueno, piensatelo. Te está esperando en la orilla para hablar contigo. yo que tu no me lo pensaba dos veces. Pero la decisión final es tuya, igual que la de Diana a sido presentarse allí para hablar contigo. Vamos animate y vé, te deseo suerte. Llamame cuando quieras, sabes que puedes contar conmigo.

No dijo nada más, es la segunda vez que no se despide de su amigo, pero en esta ocasión era diferente, en esta ocasión no sabía que decir. ¿Qué debía hacer? ¿por qué se queda parado sin hacer nada?, ¿por miedo?, ¿por miedo a qué? tal vez a que le rechace, pero ¿cuánto tiempo más podrá aguantar con ese sentimiento adueñándose de su corazón? ¿cuánto podrá resistir en silencio?

Juan tenia razón, si no la digo todo lo que siento por ella no tendré ninguna posibilidad, la dejaría plantada a orillas del mar y él se pasaría mucho rato llorando en aquella oscura habitación, en un día tan luminoso y frío a la vez por el temporal de tres días atrás. Igual que su corazón, que había mejorado, pero aún quedaban demasiadas secuelas de lo sucedido hace tres días en la misma orilla en la que ahora estaba aquella chica esperando ha hablar con él. ¿Por cuánto tiempo sería la chica que mirase por la ventana? Sí, estaba dispuesto ha averiguarlo en ese mismo momento.

Se levantó de la cama de un salto, decidido y, por primera vez, confiado de sí mismo. ¿Qué la dirá? aún no lo tenía del todo claro, pero la dirá que la quiere, la dirá que está enamorado de ella, que quiera estar junto a ella. Se vistió a toda prisa, se puso la chaqueta, salió de su habitación, se despidió de sus padres y salió a la calle al encuentro con Diana.

[][][]

Le temblaban las piernas, a cada paso que se acercaba a Diana, pero sus andares eran seguros y firmes, con un objetivo fijo, declararse.

Dio la vuelta a la esquina de su casa. Allí estaba, expectante a que él llegase, espectacular como ella sola. Ella en sí era espectáculo. Se iba acercando poco a poco y a cada paso que se acercaba le iban temblando más y más las piernas, hasta que llegó donde ella se encontraba y de pronto, su mente se quedó bloqueado. Dio gracias cuando fue ella la primera en hablar.

- Hola, lo siento, me parece que el otro día no nos presentamos como es debido.- ¿Le estaba hablando a él? ¡Claro! no había nadie más por allí, por supuesto que le estaba hablando a él.- Me llamo Diana.
- O-hola yo soy Germán.
- Encantada.- Y se acercó a darme dos besos.
- O-oye, perdón por lo del otro día, no tenía derecho ha ponerte la manta por encima y mucho menos a pedírtela con tanta desfachatez.- Ya estaban las disculpas hechas, ¿y ahora qué? ¿se declara? Toma aire y se dispone a soltarlo todo de golpe.- Verás, desde el día en que te conocí, me he estado preguntando por qué, después de lo que me hiciste, sigo pensando en ti. Es porque te quiero, desde hace mucho. Quiero que estés siempre conmigo, que me des parte de tu cariño, no solo en mis sueños, tampoco quiero que formes parte de mi vida, quiero que sea la nuestra, quiero tenerte de verdad.

Ya está ya ha dicho todo lo que tenía que decir. Cuando terminó de hablar empezó ha sentir mucho calor en la cara y acto seguido le volvieron ha temblar las piernas y sin darse cuenta fue bajando su mirada hasta sus pies.

- Perdoname tú a mí, he estado tan obsesa con mis problemas, que no he pensado que hay más personas con problemas. Por no pensar no he pensado ni tan siquiera en la posibilidad de que había más gente alrededor mío.- Hizo una pausa, esas palabras se correspondían a la parte de las disculpas. Ahora faltaba la segunda parte y al llegar a este punto parecía nerviosa, muy nerviosa.- Y con respecto a que me quieres, eh... nunca me he planteado que nadie me quiera, eh... y no creo que yo te corresponda, eh... buff... no se, me siento agobiada.- Sí era verdad, se mordía los labios.
- No te preocupes, tomate tu tiempo, puedo esperar un poco más.

Diana se le lanzó al cuello y empezó a sollozar, él la correspondió y la apretó con todas sus fuerzas, pero sin pasarse, a su cuerpo. Quería saber qué pasaba por su mente, que es lo que pensaba. Él también tenía ganas de llorar, no la quería perder e intentó prolongar aquél abrazo al máximo, pero llegó el momento de separarse.

- Lo siento Germán.- ¡Le había llamado por su nombre!- No estoy preparada para una relación con nadie.

Esas últimas palabra rompieron, en más pedazos, su corazón ya roto en dos. Ella se volvió ha morder los labios y nueva mente se abrazo a él, este abrazo duró más.

- Lo siento, de veras.- Lo decía con sinceridad.
- No pasa nada.- dijo como pudo y con un nudo en la garganta, que cuando llegase a su casa lo desataría sin cesar.- Entonces, ¿amigos?

Se soltó, me sonrió y volvió ha abrazarse a mí.

- No lo dudes.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Capítulo 12


Iban de la mano, hablando de todo y a la vez de nada. La suave brisa que acariciaba a ambos les hacia sentir muy bien, aunque también influía el echo de ir caminando juntos y de haberse dicho con toda sinceridad que se querían. Gema estaba siguiendo a pies puntillas su promese, solo pasear y hablar, de momento nada más.

Se preguntaron más cosas, para saber el uno del otro, coquetearon, jugaron, se hizieron bromas, rieron, pero sobre todo pasearon de la mano, se abrazaron mil veces y se dieron amor y cariño mil y una veces más. La noche parecía no tener fin, los minutos pasaban en un parpadeo, las horas parecían minutos y aquella noche era solo un suspiro, y un lamento cuando llegó la hora de despedirse. Antes tenían que hablar lo que ha sucedido en ese día tan tormentoso que, definitivamente, iba a finalizar en calma.

Juan acompañó a Gema hasta su casa para despedirse.

- A llegado el momento de despedirse.
- Sí, pero nos veremos mañana ¿no?- Era una pregunta retórica, sabía cual iba a ser la respuesta.
- Me da igual, no puedo esperar tanto.- Gema puso una voz de niña inocente, pero sabía que se tenía que ir en algún momento, y al parecer ese era el momento. No quería pero se tenía que aguantar.
- Pues me da que vas a tener que esperar.- Sonrió y la besó.
- Vale, si me lo pides así esperaré.- Le sonrió a su vez.
- Así me gusta.- La volvió a estampar un nuevo beso, pero este más prolongado.
- Bueno, tendremos que hacer algo con nuestros amigos ¿no?- Dijo Gema cambiando de tema.
- Sí, pero dejemos que lo solucionen por ellos solos.
- Pero les tendremos que llamar, Diana no es tonta y se habrá dado cuenta de lo que ha pasado.
- Y Germá no creo que salga en días. No se despidó de nosotros.- Se justifico ante la sorpresa de Gema- Eso es muy raro en él.
- De acuerdo, cuando hable con Diana y la convezca para hablar con Germán, te aviso.
- Como quieras. Me parece que ha llegado el momento de la despedida.
- ¡No...!- Se calló cuando Juan puso su dedo índice sobre sus labios y poco a poco acercó sus labios a los suyos para besarla por útima vez aquella noche. Gema se lanzo a su cuello para que no se escapase y poder saborearle un poco más.

El último beso terminó por parte de ella, que solo dejó de besarle, pero seguía abrazada a él.

- Te quiero.- Susurró.
- Y yo.- Correspondió en el mismo tono.
- Te tienes que ir.

Y con un último pico, ella dejó de abrazarse a él y vio como se alejaba de la zona hasta el día siguiente.

[][][]

Cuando Juan llegó a casa llamó a su amigo para preguntarle que había pasado y por qué se fue sin despedirse de nadie, pero Germán no le cogió la llamada. Supuso que estaría durmiendo y no insistió más.

Al día siguiente salió con Gema, pasearon como la noche anterior, se sentaron en un chiringuito y pidieron un polo y un refresco cada uno. Hablaron durante horas de lo mucho que se querían. Juan contó a su novia que a noche intentó contactar con Germán, pero no le cogió el teléfono, que por la tarde volvería ha intentarlo y que si tampoco esa tarde le contestase, esperaría a una señal suya.

Llegó la hora de la comida, prometiendose volverse ha ver también por la noche. Gema no podía por la tarde, porque ese día tenía que ir a patinaje. Juan se ofreció ha llevarla y ha verla patinar, pero ella se negó, le daba mucha verguenza que la gente la mirase cuando estaba haciendo patinaje. El chico cedió, pero acordando con su novia que algún día la iría ha ver. Juan llegó a su casa, se sento en su cama, cogió el teléfono y marcó el número de su amigo. Uno, dos, tres... Nada, no lo coge. Cinco. Colgó, dejó el móvil encima de la mesa, se acostó sobre la cama, cerró los ojos y esperó a que sonase la alarma que avisaba de la salida de Gema de sus clases de patinaje artístico.

Juan y Gema pasaron otra noche de enamorados. Juan le contó a Gema que su amigo nuevamente no le cogió el teléfono.

- No insistas, eso es que no te quiere.- Bromea con una sonrisa pícara.
- ¡Jo...! yo que veía por buen camino nuestra relación.- Juan decide seguirla la corriente- Entonces lo dejo en tus manos, cuando me llames intentaré actuar.

Fue otra noche romántica. Luego los respectivos se volvieron a sus casas para dormir y eperar al siguiente día deseosos de volver a verse.

En el siguiente día todo sucedió sin ningún sobresalto. Juan y Gema lo pasaron genial. Gema decidió llamar al día siguiente a Diana, hablar con ella y, fuese cual fuese el resultado, llamarle a él.

Después de tres días de estar saliendo Gema le llamó al móvil en señal de haber hablado con Diana. Así era.

- En realidad no ha sido una llamada muy amistosa, la he tenido que llamar una segunda vez porque se la veía muy alterada y me colgó, pero al segundo intento le dejé las cosas claras.- Le decía a su novio después de haber sacado definitibamente el tema.- Si la conozco bien, irá donde se conocieron la otra noche.
- Ok, ahora le llamo. Chao, te quiero.
- Yo más.
- No yo.
- Mentira.
- Verdad.
- ¿Y cómo pretendes demostrarme eso?
- ¿A caso dudas?
- Sí.
- mmm... ¿te lo demuestro esta tarde?
- ¿A qué hora?- Finalmente Gema había llegado al punto de la discursión deseado.
- A las cinco y media te voy a recoger.
- De acuerdo, hasta pronto. Te quiero.

y sin dar tiempo a recibir una replica de su boca colgó.

martes, 30 de noviembre de 2010

Capítulo 11


Se dirigía a toda carrera hacia la puerta de su casa, estaba llorando, no podía parar y la empezaron a fallar las piernas. No le apetecía para nada entrar en su casa, de modo que se frenó en seco cayéndose de rodillas en la húmeda arena y escondió su cara tras las manos y en una convulsión de hombros empezó a sollozar sin importarle nada. ¿Cómo puede estar tan afectada por algo que ocurrió hace tantísimos años? ella no tenía la contestación a esa respuesta y no pensaba que la tuviese algún día cercano.

Lo que le ha hecho esa noche su amiga no lo veía normal, y una persona que no conocía de nada y que no creía que tuviese nada que ver en todo ese asunto, que no cree que tuviese la culpa de nada, que le pareció estar allí porque su amigo, a quién tampoco conocía de nada, le guió. Se sentía como en el sueño, se sentía como si todo el mundo la observara y ella no se diese ni cuenta, se sentía como si todo el mundo fuese en contra suya, pero en esta ocasión no le pareció ver una luz al final del túnel, no le pareció haber oído la voz salvadora, y aquél chico, Germán, se ha llevado toda la palma de su cabreo por culpa de su amiga. O a lo mejor era por su culpa. Todos estos años centrándose en un problema que no tenía solución posible, que no se daba cuenta de que había más gente con problemas. Era una egoísta solo la interesaba solucionar su problema. Era una insensible, no le importaba lo mucho que doliesen sus palabras, ni el daño que pudiese acarrear a la gente que pasaba por su lado.

No se acuerda cuanto tiempo estuvo arrodillada en la arena, tampoco se acuerda cuando terminó durmiéndose. Al despertar se dio cuenta de donde se encontraba, miró hacia el mar y advirtió que el sol se levantaba a la vez que ella. Poco a poco empezó a recordar lo ocurrido la noche pasada, aunque decidió no haberlo hecho. La encerrona de su amiga y de Juan, de Germán que lo único que quería era hablar con ella, de la manta... No pensaba pedirle perdón, se arrepentía de todo lo que le digo, pero ¿quién era él para ponerla una manta por encima y luego pedírsela con todo el descaro del mundo? Estaba confundida, ya no sabía en quién confiar.

Se levantó cuando el sol ya se disponía a ponerse encima suya. Le escocían mucho los ojos y parecía tener congestionada la nariz, pero fue el mejor sueño que se había echado en años, en tal caso aún tenía la sensación de tener a todo el mundo en contra y el haber podido dormir sola al lado de su mar más querido, a orillas del mediterráneo, y que nadie la hubiese molestado parecía haberla puesto las ideas más claras que cuando llegó su amiga de no se sabe donde, cuando se despertó de mal gusto y con una pesadilla en mente, cosa que tuvo que pagar un chico llamado Germán.

No regresó a la playa en tres días. No tenía ganas de seguir mirando el horizonte o de tener visitas inesperadas en pleno relax. Aunque tenía las ideas más claras, aún estaba cabreada con todo el mundo. Sus padres no estaban en casa, se habían ido de vacaciones durante un mes, ella pensaba que era una prueba de confianza, pero la importaba muy poco, de vez en cuando sus padres llamaban para preguntar como iba todo. La verdad es que no era una chica muy desordenada, era cuidadosa, organizada y era responsable.

Los tres días que estuvo en casa solo puso el casete que tenía en su habitación con su emisora de radio favorita. Su habitación carecía de mesa de estudio, en su vez tenía una pequeña mesa de madera que a simple vista parecía estar limpia, allí era donde hacía los deberes. Su habitación también poseía postes de diversas cosas como su actor preferido, su grupo favorito... También contenía un diploma de atletismo y alguna que otra medalla de natación.

Se encontraba escuchando música cuando alguien llamó a su móvil y lo cogió:

-¿Si?
-Soy yo Gema- Saludó como si no hubiese pasado nada.
-Ya, me acabo de dar cuenta.- Dijo en tono sarcástico- No me apetece hablar, y mucho menos contigo- y colgó.

La volvió a llamar en varias ocasiones, hasta que se hartó de tantas llamadas de su amiga que no tuvo más remedio que coger la llamada.

-¡A ver! ¡¿Qué narices quieres?!
-Solo quería pedirte disculpas por la otra noche,- hizo una pausa que le pareció eterna- no sabes como está ese chico.
-¡Pues ni lo se ni me importa!- Se estaba empezando a calentar.
-Solo escuchame, y no grites por favor.- Esperó su contestación, pero se lo pensó dos veces y decidió escuchar.- Primero pedirte disculpas por lo de la noche pasada, confieso que fue una encerrona, pero ni a ti no te apetece conocer a gente y ese chico está pillado por ti.- Aunque hacía tiempo que lo sospechaba, la información le pilló por sorpresa- Mira, no se lo que pasó al final la otra noche, pero parece ser que al final no te dijo nada. Hay vida más allá de los sueños ¿sabes?- La reflexión de Gema también le pilló por sorpresa- Enfréntate a la realidad tía, si no le plantas cara querrá decir que ya no perteneces a este mundo y todo lo que has sufrido, todo lo que has llorado en su memoria no servirá para nada si no vives la vida por él. Tú ya no puedes hacer nada, solo puedes continuar lo que dejó a medias y tal como estás actuando no lo conseguirás, honrarle con felicidad y no con sufrimientos, con risas y no con llantos sin sentido. No te estoy pidiendo que le olvides, te estoy pidiendo que te acuerdes de él.- No la dejó opción a contestar, lo dijo todo seguido y ahora parecía que le faltaba el aire. Aquella última frase le hizo preguntarse que es lo que ha estado haciendo durante todos esos años. Ahora era a ella a quién le faltaba el aire y no supo que decir. Ante el silencio inminente su amiga siguió hablando.- Lo único que te pido es que te lo pienses y cuando estés decidida a seguir viviendo habla con Germán.

Cuando su amiga colgó ella aún tenía el móvil de la mano, confusa y aturdida, y se sentía fatal por su comportamiento, ¿a cuántas personas habría hecho sufrir sin contar con Germán? ¿cuántas personas habrían pasado por su lado sin ella percatarse de que la vida seguía? no podía dar marcha atrás al reloj y hacer como si no hubiese pasado nada, pero si podía cambiar el presente. Decidió seguir el consejo de Gema, se vistió para salir, se peinó con cautela, se puso un abrigo por si se daba el caso de que refrescase y se dirigió al lugar donde perdió toda buena imagen que pudiera tener en los ojos de aquél chico, no sabía por qué, pero tenía la sensación de que estaría lo suficiente cerca de él como para que la viese.