domingo, 31 de octubre de 2010

Capítulo 4


-Bueno ¿entonces, te vienes?
-De acuerdo. ¿Donde siempre no?
-Si.
-Ok, nos vemos, chao.
-Adiós.

Colgó. Antes de irse a duchar y vestirse para salir, echó un último vistazo a la ventana, seguía en la misma postura que antes, pero esta vez parecía estar agarrando su precioso collar, ¿de quién sera ese collar, que nunca se separaba de él? ¿de su novio? Aquella chica era un absoluto misterio y ahora no tenía ni tiempo ni ganas para pensar en eso.

Se duchó con una tranquilidad pasmosa. No le apetecía salir y no pretendía acelerar ese proceso. Se vistió tranquilamente, ya había pasado una hora desde que su amigo le llamó para quedar. No sabía si Juan se estaba impacientando, pero tampoco le importaba.

Terminó de vestirse, antes de salir por la puerta regresó a su habitación para volver a mirar por la ventana, para volver a mirarla, para ver que tal estaba, como se encontraba. La chica guapa de detrás del cristal había cambiado de posición. Esta vez se encontraba tumbada en la arena blanquecina que esperaba sumisa las envestidas de las olas, parecía dormida y cogió miedo, miedo de que cogiese frío con la poca ropa que llevaba y con la que estaba cayendo, pensó que podría llevarla algo de abrigo para echárselo por encima y salvaguardarla del viento indolente. Cogió una manta que abrigase bien, cogió el móvil y también las llaves de su casa. Se puso escaleras abajo hasta llegar a la puerta, agarró el pomo y tiró. Reunió el valor necesario y se dirigió hacia la chica, le echó la manta por encima y se acurrucó a su lado. Esta se agitó, pero no se despertó. Parecía que había llorado, nada distinto a otros días. La observó atentamente, incluso dormida era hermosa. No la conocía de nada pero parecía necesitar apoyo o ayuda. Habría preferido quedarse allí para siempre, pero no podía, había quedado con su amigo para una "sorpresa" que le tenían preparado, así que se levantó y se dirigió al mismo sitio donde quedaban siempre que podían.

Cuando llegó estaba solo Juan.

-Hola, ¿y los "nosotros"?
-Les dije que se aplazaba a otro día tu fiesta de cumpleaños- ¡¿Así que me habías mentido?!
-¿Entonces no hay ninguna "sorpresa"?
-Jajaja... les dije que hoy no había cumple precisamente para eso, para la sorpresa que te tengo preparado- Le estaba empezando ha asustar.
-Bueno, ¿y qué es lo que me tienes preparado?- Le estaba empezando ha picar gravemente la curiosidad.
-Vamos, ya lo verás.

Fueron por distintos sitios, al cine, al Burger, incluso se fueron de botellón, en el cual conoció a una chica llamada Verónica, se habían dado los teléfonos, pero no creía que se llegasen a llamar algún día. Nada de todo aquello parecía ser la "sorpresa". A mitad de la tarde dejó por fin de llover. Se habían echado unas risas, incluso por un momento había llegado a olvidarse de ella. ya era de noche, serían alrededor de las once, no lo sabía ni tampoco podía pensar mucho en la hora. Su amigo le guiaba ya por otra calle, porque él no sabía siquiera por donde pisaba, aunque parecían dirigirse a su casa.

-Te voy a presentar a unas amigas- Juan parecía estar relativamente bien, no había bebido mucho.
-Jajaja... hip... ¿unas amigas? hip...- Lo decía de forma inconsciente, él no lo notaba, pero parecía haber dado en el clavo- Oye... hip... ¿estamos yendo a mi casa? hip...
-Bufff, no debí haberte dejado beber tanto, no sabes ni donde está tu casa. Sí, vamos de cabeza a tu casa- De repente Germán lanzó un grito de desesperación.
-¡¡¡Nooo!!! van a estar mis pades dento. Hip.
-Tranquilo no vamos a entrar- Dijo sobresaltado- mira hacia allá- señaló a dos chicas, una se estaba levantando confusa de la arena marina y la otra se encontraba cerca de esta.

La que se encontraba en pié saludó enérgicamente con una mano y Germán la correspondió, pero se fijaba más en la otra chica, ¿de qué la sonaba? Parecía haberse levantado de un mal sueño, miró una pequeña manta que la refrigeraba muy bien del frío y luego le preguntó algo a su amiga, no supo decir qué, esta se la contestó. ¿De qué le sonaba la chica de la manta? bufff... estaba muy mareado, tenía unas ganas tremendas de tumbarse en la arena. Y, sin saber por qué, se deprimió sin razón aparente. No sabía quién era, pero le gustaría ir corriendo hacia ella y abrazarla.

-Vamos- Le animó. No se podía creer que, después de tantas semanas soñando con ese momento, no se atreviese ni siquiera a dar un solo paso más en aquella dirección.

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